sábado, 9 de enero de 2010

¡SI YO TUVIERA UNA ESCOBA!



Hay mucha gente que tiene la buena costumbre de hacer limpieza general al comienzo del nuevo año. En mi casa natal, esa limpieza incluía deshollinar techos y tuberías, aligerar roperos y cajones, barrer en la azotea alfombras y sacudirlas con fuerza con un sacudidor, abrir los colchones para escardar la lana arremolinada por el tiempo. La limpieza era total, por ello duraba una semana. La noche de Reyes, la casa tenía que estar limpia como los chorros del oro. Pero en nuestra casa común que es el mundo, también es necesaria una limpieza de choque, una limpieza a fondo y global, al llegar 2010. Si yo tuviera una escoba, ¡cuántas cosas barrería! Ya sé que hoy tenemos potentes aspiradoras; pero yo prefiero la escoba, me parece más sencilla, más mágica y hasta más erótica. Y yendo al grano, ¿cuántas cosas barrería, si yo tuviera una escoba?

En primer lugar, barrería de la sociedad, a Bush padre, Bush hijo, Cheney, Rumsfeld, Rice y Blair, como malhechores de la humanidad, ladrones, genocidas, torturadores y gente cuyo único objetivo en la vida es ganar dinero a toda costa y como sea. Si yo tuviera una escoba, los llevaría a los tribunales y haría que investigaran a fondo el origen de sus bienes muebles e inmuebles. Es gente muy peligrosa, por lo amorales que son, y que han sedado, con crónica anestesia, los aspectos humanitarios, éticos y sanos de su conciencia. No puede ser posible que gobernantes que han causado tantísimo dolor, tantísimos muertos, tantas indignas torturas y que han destruido tantísimos pueblos y ciudades queden impunes, sólo sometidos al juicio condenatorio de la historia, que, por cierto, ya se ha producido. Nuestra sociedad internacional queda marcada por la indignidad cómplice, si no reprueba con contundencia la inhumana actuación de estos antimodelos sociales. El texano G.W.Bush es un digno émulo, con ropaje legal, de Adolf Hitler. Por la misma razón, aunque en menor grado, le daría dos buenos cogotazos a José María Aznar, para ver si escupe su complejo napoleónico. Insisto en la idea que ya propuse en otras ocasiones, de crear un parque público, que podría llamarse el Parque de las Vergüenzas, donde exponer los bustos caricaturizados en cartón piedra de los malhechores de la sociedad y de la Tierra. ¿No se aprovechan los parques públicos para colocar bustos de los bienhechores de la sociedad? Eso sirve para conocer nuestra historia y conservar su memoria. ¿Es que los malhechores no forman la parte oscura y vergonzante de esa historia? Desde luego, tan malo o peor es olvidar a los malhechores que a los bienhechores. Como los malhechores, mentirosos, usureros y corruptos van en aumento, habría que limitar el tiempo de exposición de sus bustos en el Parque de la Vergüenza, porque me temo que “no hay parque pa’ tanta gente”. Si yo tuviera una escoba, mantendría limpio ese Parque, para que fuera visitado por todos los ciudadanos, niños, adultos y ancianos, aprovechando los días claros y limpios de luz.

En segundo lugar, barrería de la sociedad a la banca de la usura, del abuso y de la explotación de los ciudadanos. No es justo, no hay derecho que los banqueros se enriquezcan de esa manera tan espectacular, a base de explotar sin compasión a los ciudadanos necesitados de efectivo. La banca es ciega y sorda a la hora de comprender y de ayudar a sus clientes cuando estos pasan apuros económicos, la banca no ha sabido ser solidaria porque no entra en su filosofía. Es una actitud insoportable por impresentable. Se escudan los banqueros en la consabida justificación de que “los negocios son los negocios”, para exprimir el último céntimo del cliente asfixiado por la crisis. Con una buena escoba barrería a los señores de la usura, a los banqueros que, con sonrisas pegajosas, se enriquecen explotando las necesidades ajenas y que han sido los fundamentales causantes de esta gravísima crisis sistémica. Porque no olvidemos que el sistema materialista-capitalista, que es el que está en crisis, ha sido inventado y sostenido por los que poseen el poder de la economía y de las finanzas, es decir la gran banca. No es aceptable que los bancos intenten lavar su más que justificada culpa, con las abluciones penitenciales de las Obras Sociales. Yo sé que esto les duele, pero fue precisamente un amigo banquero quien me hizo caer en la cuenta de esta bella trampa. Si yo tuviera una escoba, barrería la intención usurera de los bancos y dejaría a los profesionales honrados, que colaboran y no compiten con los ciudadanos.

En tercer lugar, si yo tuviera una escoba, barrería el sistema de partidos políticos. Estas organizaciones políticas resurgieron modernamente en la primera mitad del siglo XIX. Trataban de ser asociaciones políticas alrededor de una ideología, sostenidas por un líder más o menos carismático, que preparaba sus campañas presentando sus programas y sus listas de candidatos con la intención explícita de gobernar en las diversas instancias del Estado. Muy pronto, los políticos de estos partidos fueron construyendo una estructura férrea, rígida, piramidal y antidemocrática como esencia natural, ¡el alma!,  de cada partido. El partido es esa institución que, a través de su ideología (no hace falta que sea muy clara…) y de la atracción emocional de su líder (que sí tiene que ser autárquico…), atrapa adictivamente la intención de voto del mayor número posible de personas. Unas serán militantes del partido y otras, serán sus simpatizantes. El partido sabe que a ambos grupos tiene que cuidar, endulzar sus hieles, prometerles mieles y desprestigiar a cualquier otro líder u otro partido que amenacen con su capacidad de atracción. Cada partido alberga y alimenta el deseo profundo de que los demás partidos desaparezcan, todos anhelan alcanzar la mayoría más absoluta posible y, si por ellos fuera, les gustaría gobernar sin la mínima oposición. Por otra parte, un partido político es un atrapador de votantes incondicionales, de fieles adictos a la ideología, más floja o más dura, encarnada por el líder. Cuando el líder se equivoca o decide ser un corrupto, sus adictos cierran los ojos y hasta lo defienden, porque la cohesión y la fuerza de un partido dependen de la indisoluble unión de sus adeptos, sea en la verdad como en la mentira, en la inocencia como en la culpa, da igual. Por eso, si en el seno de un partido surge una corriente crítica de librepensadores, comienza entonces el declive de su poder. En el nuevo sistema o paradigma político, los partidos, (que se llaman así porque parten a la sociedad) deben desaparecer. La persona que quiera gobernar al Estado, a una Autonomía, a un Cabildo o a un Ayuntamiento, que haga su programa y confeccione su equipo, que organice su propia campaña electoral, pero nunca desde el pseudolegal mentidero de un partido político. Evidentemente, no es cuestión de que se prohíban los partidos políticos; sino que los ciudadanos entendamos y decidamos que no deben existir y, por tanto, que no nos afiliemos a ninguno, que mantengamos nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestro voto en total estado de libertad. Ya sé que es difícil montar un paradigma democrático sin partidos políticos, simplemente porque nos hemos habituado a ellos; pero no porque sea imposible y los partidos políticos constituyen una de las falsedades más dañinas del actual sistema incorrectamente llamado democracia, ellos mismos son el estereotipo de lo antidemocrático y de lo dictatorial, además de ser un seminario para la formación y defensa de trepadores, de parásitos sociales y de corrompibles. Por eso, si yo tuviera una escoba, barrería a todos, absolutamente a todos los partidos políticos, para empezar a crear el nuevo paradigma que pueda llamarse sin falsedad democracia.


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