domingo, 3 de enero de 2010

EL SECRETO DEL SINVERGÜENZA


Uno de estos días se me ocurrió pensar en los secretos de la gente, en nuestros secretos, en los secretos de cada uno de nosotros, en los secretos de un Francisco Camps, de un Carlos Fabra, de un Ricardo Costa, de un Dimas Martín o, incluso, de un Silvio Berlusconi y terminé pensando en los secretos de los canarios. Me impresiona saber que cada uno de nosotros es portador de uno o más secretos conscientes. Hay secretos maravillosos, luminosos y, desde luego, positivos y vitalizadores. Hay otros secretos nefastos, mal olientes, rojos de la propia vergüenza y destructivos. Luego están los insondables secretos inconscientes, pero esos ya nos meterían en inescrutables profundidades abismales. El británico Kenneth Tyran Peacock, crítico de teatro y escritor, dejó dicho que “una neurosis es un secreto que Vd. no sabe que está guardando”, ¡muy interesante! De hecho, como afirmó el psicoanalista Cesare Musatti, todos somos neuróticos; por eso, también es verdad que todos somos “secretarios”, es decir, portadores de secretos conscientes o inconscientes. Pero lo que a mí me impresionó fue imaginarme ciertos secretos de ciertos canarios; diríamos “secretos conscientes” de “canarios inconscientes”, donde el término “inconsciente” lo tomo, italianizándolo, como sinónimo de “inmoral”. Quiero decir que entre los variados tipos de secretos, hay uno muy especial que es el que prefiero llamar “secreto del  sinvergüenza”, un secreto por el que un sinvergüenza experimenta, curiosa y paradójicamente, una inmensa vergüenza, tanta vergüenza que lo mantiene herméticamente cerrado hasta el día en que un juez se lo extrae con sacacorchos. Me imaginé paseando por los pasillos de cualquier Ayuntamiento o Cabildo, o por cualquier Consejería o por la misma Presidencia del Gobierno Canario, tropezándome con altos funcionarios y altos cargos, cada uno con su  secreto a cuestas. ¿Cuántos de estos conciudadanos, me pregunté sigiloso, al servicio del Municipio, o de la Isla o de la Autonomía, unos parapetados tras sus escritorios, otros correteando de acá para allá como hacendosas hormigas por los corredores, son portadores del “secreto del sinvergüenza”? Asombra la cantidad de máscaras que, durante años, llevaron los ciudadanos del “secreto del Faycan”, o los del “secreto de la Unión” o los del “secreto de Las Teresitas”, o los del “secreto de San Miguel de Abona”? Son los “secretos del sinvergüenza”, ocultos y disimulados a la casi perfección con máscaras comparables a las impecables baute venecianas, tanto más impecables cuanta más vergüenza de su secreto siente el sinvergüenza. El resto de los honrados ciudadanos, deambulan entre los políticos con una fundada y creciente actitud paranoide, preguntándose en silencio: ¿será éste, será ésta miembro de la “secretaría de los sinvergüenzas? Muchos de estos portadores de secretos inconfesables, se han llevado una gran alegría en las pasadas elecciones europeas. Han visto que muchos dueños del “secreto del sinvergüenza”, que están siendo investigados, por ejemplo, en Valencia, Madrid y Canarias, han sido, incluso, premiados por sus votantes. El “secreto del sinvergüenza” es ya un síndrome psicosocial que la Organización Mundial de la Salud (OMS) debió haber elevado al nivel 6 de alerta y haberlo declarado pandemia… ¿Alguien duda que la corrupción, amparada por el “secreto del sinvergüenza”, es mucho más letal y está más extendida que la gripe A, que tanto sospechoso revuelo está armando? Sin embargo, esta peligrosísima pandemia se ha puesto de moda, como se puso de moda la cocaína entre intelectuales, políticos y empresarios. Hace daño, mucho daño; pero le da chispa a la vida… Algunos gobernantes y algunos empresarios, sin ir más lejos el ya conocido pequeño empresario, fascista y engominado y de encarnados mofletes, están molestos no porque en su partido haya un buen montón de portadores del “secreto del sinvergüenza”; sino porque no han sabido guardarlo, se lo están sacando a tirones, cual vieja muela bien enraizada. Sospechamos que las raíces de la muela Gürtel llega hasta los tobillos. Pero los votantes de estos peligrosos “secretarios” son tozudamente fieles, casi proyectando en ellos sus secretos inconfesados y sus frustrados deseos de maravilloso porvenir. En esta España cañí y en la sumisa Canarias, el secreto del sinvergüenza suele ser el más cotizado y el más premiado, electoralmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario