viernes, 15 de enero de 2010

EL NUEVO OBISPO DONOSTIARRA

         
         
          El 9 de enero del presente 2010 fue entronizado como obispo católico de San Sebastián José Ignacio Munilla Aguirre. Hombre joven de 49 años, nombrado obispo hace cuatro, tras sugerencia del Presidente de la CEE Rouco Varela. Es Licenciado en Teología y Espiritualidad. Es el explicador oficial del Catecismo Católico en Radio María y columnista habitual del periódico católico conservador ABC. En la Conferencia Episcopal se ocupa de la pastoral de la juventud, sin embargo, condena, sin paliativos, la homosexualidad, el matrimonio homosexual, la transexualidad, el aborto, la sexualidad prematrimonial, la masturbación, el uso del preservativo. Admite exclusivamente, como lo hace su Papa Ratzinger y su Presidente Rouco, el método anticonceptivo Ogino-Knaus. El obispo Munilla es contrario a la apertura que Juan XXIII deseaba al convocar el concilio Vaticano II, por eso es tan preferido de Ratzinger y de Rouco que, como todos sabemos, están haciendo lo imposible para que la iglesia católica regrese a las posiciones dogmáticas, morales y litúrgicas preconciliares. Son importantes estos sencillos datos biográficos del obispo Munilla para poder entender lo que sigue.

Todos saben que, hace un par de semanas, el 77% de los sacerdotes católicos vascos (en total 131 nombres) firmaron un documento, protestando por el nombramiento de Munilla Aguirre como obispo de San Sebastián. Las razones de este rechazo son razones que, desde la visión cristiana (¡desde la católica no!), tienen su explicación.

Primera razón: los sacerdotes se quejan de que el obispo Munilla no ha sido elegido por el pueblo, lo contrario de lo que ocurría en los primeros tiempos del cristianismo; sino a dedo por el Presidente de los obispos españoles, Rouco Varela, y, luego, reconfirmado por el obispo de Roma. Munilla ha sido designado obispo siguiendo el conocido criterio “de tal palo, tal astilla”. En la época más cercana a Jesús de Nazareth, los obispos cristianos eran elegidos por la propia comunidad y, por ello, eran respetados y seguidos. Esos sí que eran humildes, porque al ser elegidos por el pueblo, no eran prepotentes sino gente del pueblo, es decir, “laicos”, mientras que Munilla, en la jerarquía católica, no es “laico”, sino “clero”, es, como todos los obispos desde mediados del siglo II, obispo monárquico, designado autoritariamente por el Monarca absoluto que es el obispo de Roma. El 77% de los curas vascos, protestan por esa forma imperial, nada cristiana (aunque sí católica…) de nombrar un obispo.

La segunda razón: el 77% de los curas vascos protesta porque el obispo Munilla pertenece a la ultra derecha más inflexible del catolicismo olé y olé. Y tienen razón, porque Jesús de Nazareth, de quien Munilla se siente paradójicamente representante, pertenecía a la corriente más progresista, tanto religiosa como política, de su pueblo judío. Jesús se enfrentó muy duramente con la derecha más reaccionaria del judaísmo, la derecha religiosa representada por el Summus Pontifex Caifás y la derecha política representada por el reyezuelo Herodes, porque propuso una renovación radical de la conciencia individual y social, que la derecha inmovilista rechazó violentamente. Tan duro fue aquel encuentro con Jesús, que tanto el religioso Caifás como el político Herodes, aupado por el superpolítico Pilatos, fueron los verdugos que lo mataron. Los curas vascos tienen más razón que un santo, porque ni Munilla, ni Rouco, ni Ratzinger se parecen a Jesús de Nazareth en su posicionamiento socio espiritual que le costó la vida, no son progresistas; sino ultra conservadores. Es que ser cristiano y, a la vez, ultra conservador supone una inaceptable “contradictio in terminis”. El Vaticano quiso encandilar a los vascos con un obispo donostiarra, Joseba Iñaki, que, además, habla euskera, para poder colarles a un ultraderechista y centralista y eso no es cristiano, sino vaticanista. Eso es lo que descubrieron el 77% de los curas vascos.¡Enhorabuena!

La tercera razón: Los 131 firmantes del documento se quejan implícitamente del centralismo antinacionalista de Munilla. Lo ven alejado de la realidad vasca, no encarnado en el pueblo de Euskadi y temen que sea teledirigido por Rouco Varela y Martínez Camino desde Madrid, sabiendo que ambos se oponen a las libertades que propone el Vaticano II. También esta razón está fundada en principios genuinamente cristianos. Jesús nació y vivió en una tierra colonizada y subyugada militarmente por el imperio romano. Que sepamos, Jesús de Nazareth no alimentó ni dirigió ningún movimiento político nacionalista contra Roma. Pero hay indicios, más que suficientes, para afirmar que nunca fue un colaboracionista; más bien, se le observa claramente identificado con su pueblo, oprimido tanto por la religión como por el poder político extranjero. No es ningún atrevimiento, sino todo lo contrario, suponer que Jesús adoptó una postura sociopolítica que hoy llamaríamos “nacionalista”, aunque, eso sí, de un pacifismo y aperturismo radicales, tipo Mahatma Gandhi. Ser nacionalista ni es malo, ni es anticristiano. Jesús se opuso claramente a la teocracia judía (César y Dios no son lo mismo) y por ello rechazó el centralismo asfixiante, tanto religioso como político; el mensaje de Jesús, que sus discípulos y Pablo entendieron perfectamente, suponía la solidaridad universal, todos iguales bajo la paternidad del único Dios Amor. Ese fue el motivo de su tortura y de su condena a muerte. Desde esta visión cristiana, los curas vascos tienen razón en exigir que su obispo sea una persona encarnada, como lo hizo Jesús, en la realidad nacional vasca y no en una realidad fantaseada por el centralismo de Rouco desde Madrid o por el de Ratzinger desde Roma. A Munilla Aguirre no le reprueban como persona; sino como obispo, porque no lo ha elegido el pueblo vasco, porque es ultraderechista y porque, siendo obispo monárquico, es más centralista que nacionalista.

Fuera de programa, el obispo Munilla afirmó, hablando del matrimonio católico heterosexual, que éste es indisoluble, porque entre el esposo y la esposa hay un tercero que es Jesucristo. ¡Increíble proyección voyeurista de Munilla en la venerable figura de Jesús de Nazareth, que nunca se metió en la intimidad afectivo sexual de nadie! Es costumbre del clero católico meterse con los esposos en su alcoba, para dirigir con criterios extrañamente morales lo que han de hacer o no! Siempre dije que no hay mayor irrespetuoso voyeurismo que el de la jerarquía católica.



El comentario del obispo Munilla sobre la tragedia asoladora de Haití, comparándola a la baja con la ausencia de espiritualidad en España, me deja petrificado, sin capacidad de reacción, me atrevo sólo a musitarle al oído que se ponga de rodillas, con los brazos en cruz y con dos orejas de burro hasta que termine la próxima cuaresma. Después le pediría que vendiera su anillo, su cruz pectoral y su báculo, objetos de oro y plata, y enviara el dinero a Haití.

2 comentarios:

  1. MUY BUEN ARTÍCULO, GRACIAS.

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  2. Petrificada me quedo yo al leer tu artículo.
    Estos individuos representantes de la iglesia, o de Dios en la tierra, aludiendo al Papa, necesitan una dosis significativa de humanidad y una dieta severa de divinidad.
    Gracias por despertar nuestra conciencia Jaime, gracias por compartir generosamente tus conocimientos.

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