lunes, 20 de febrero de 2012

¿QUÉ DOS ESPAÑAS?

Con la ley de memoria histórica y con la inicua y política sentencia contra el juez Baltasar Garzón, se ha reactivado la discusión sobre el consabido tema de las dos Españas. Y yo me pregunto: en realidad, ¿son dos Españas, (una y otra), incompatibles, o es una sola España dividida en dos? La España una, dividida en dos o en veinticinco, tiene referentes comparativos en las demás naciones. ¿Cuáles son las divisiones de la España una? Quiero pensar que serían la de la izquierda y la de la derecha, la de la religión y la del ateísmo, la centralista y la federal, la europeísta y la nacionalista, la republicana y la monárquica y otras. Pero estas divisiones se dan en muchas naciones y, sin embargo, no se habla de las dos Francias o las dos Inglaterras. Entonces, ¿será que el caso de España es especial? ¿Habrá, realmente, dos Españas malamente enfrentadas? Para resolver este dilema es necesaria, precisamente, la memoria histórica; pero la memoria histórica completa, no una memoria interesadamente selectiva y, por tanto, incompleta. En mi opinión, existe la España normal, es decir, la España una y, a la vez, plural. Algunas nacionalidades españolas soportan mejor que otras la unidad en la pluralidad. La España anormal, o la España esquizofrénica, es la que llamamos dos Españas y esas Españas psicóticas y violentas fueron paridas por aquellos generales traidores, que decidieron dar un golpe de estado al Gobierno legítimo y constitucional de la República y cuyos nombres deben fijarse en la memoria histórica: José Sanjurjo, Emilio Mola, Miguel Cabanellas, Gonzalo Queipo de Llanos, Luís Orgaz y, sobre todo, Francisco Franco Bahamonde que, por fin, fue el jefe supremo de aquel golpe de estado y que hoy duerme, para vergüenza de los bien nacidos, en el Valle que, estando él, nos recuerda que no es de los caídos; sino de los asesinados. Como el Gobierno de la República Española no cedió a las demandas de los golpistas, Francisco Franco decide declarar una guerra contra el legítimo Gobierno de España, rompiendo a la nación española en las dos Españas fronterizadas por el odio fratricida. Ese golpe de estado y esa cruenta guerra civil  contaron con la bendición de la iglesia católica. Quizás pocos sepan que el golpista  Francisco Franco entregó su espada de la victoria al cardenal Isidro Gomá, arzobispo de Toledo y Primado de España en la iglesia de Santa Bárbara, en Madrid, el 20 de mayo de 1939. El 16 de abril del mismo año, Pío XII celebró “con inmenso gozo” en radio Vaticano el triunfo en España de la religión contra los sin Dios. Había desde luego graves problemas en la España republicana, pero ¿habría alguien de la derecha actual, incluso el ultra José Ignacio Wert, que abogara por el golpe de estado como solución? El golpista Franco tuvo la osadía de bautizar a su España traidora como bando nacional y a la España constitucional republicana como bando rojo. Hoy persisten esas dos Españas, malparidas por un golpe de estado y por una guerra civil,  bajo el disfraz de una paloma azul con bandera nacional y bajo la confección de una hoz y un martillo con rosa roja y sin bandera nacional. La España esquizofrénico-franquista es la que ha asestado un durísimo golpe al juez anti franquista Baltasar Garzón. Es la actual derecha la que puede curar la esquizofrenia de las dos Españas mal paridas, reconociendo que Franco fue un golpista y, por tanto, traidor e inconstitucional hasta su muerte. La República se defendió de un golpe de estado y de una guerra civil y es cierto que también se excedió en su defensa, pero la República ni causó el golpe de estado ni la guerra civil. El golpista fue golpista y fue el autor de las dos Españas malparidas con una guerra, que algunos no quieren restaurar, intentando reprimir y olvidar la historia y, ya sabemos “dime lo que olvidas y te diré quién eres”.

HUID DE LA FORNICACIÓN

En estos días cayó en mis manos la última carta pastoral que escribió a sus católicos cordobeses D. Demetrio Fernández González, nombrado por Benedicto XVI obispo de Córdoba el 18 de febrero de 2010, que lleva como título “Huid de la fornicación”. Tengo que decir que el título ya me hizo gracia, porque, afortunadamente, hace más de treinta años que cambié la angustia por la gracia ante las declaraciones de la iglesia católica sobre el sexo. La primera gracia fue la palabra fornicación, del latín fornix que era la cueva o la bóveda donde las prostitutas romanas ejercían su profesión, como hoy la ejercen al amparo de las termas de Caracalla. Luego, la moral católica extendió el término, hasta el día de hoy, a toda relación sexual fuera del matrimonio sacramental, aunque, incluso dentro del matrimonio sacramental, hay prácticas que Agustín de Hipona (s. V), el gran constructor de la neurótica sexualidad occidental, considera fornicaciones. La gracia se volvió aún más graciosa, y también más impresionante, cuando se me ocurrió leer el contenido de la carta pastoral, es decir, la carta que escribe el pastor cordobés a sus ovejas. Como es lógico, hay cartas y cartas, pero hay algunas, que escriben papas y obispos a sus súbditos, que merecen toda la atención de un equipo de analistas, psicoanalistas, psicolingüistas, hermeneutas y algún experto más. Por ejemplo, el obispo de Córdoba divide a los usuarios del sexo en tres grupos: los solteros, para los cuales, según D. Demetrio y su iglesia, no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad, dicho de otra forma, no son ni deben ser usuarios del sexo. Las razones son tan simples como demenciales: como el soltero y la soltera no han celebrado el sacramento del matrimonio, no pueden tener relaciones sexuales con nadie, ni tampoco masturbarse porque eso para la moral católica es un pecado, en todo caso. Luego, en el segundo grupo, están las personas casadas, que esas pueden mantener relaciones sexuales con sus cónyuges, ¡pero…!, según advierte prudentemente el obispo cordobés, “administrando sus impulsos”, nada de sexo pasional y sin método, porque se puede resbalar hacia la fornicación por menos de nada… Además, eso de que en el matrimonio se puede hacer de todo, nanai de la China. El ideal católico, desde Agustín de Hipona hasta hoy, es penetrar, depositar en el lugar adecuado no en otro, y sacar lo antes posible para provocar la procreación, que es lo único que justifica una relación sexual. El tercer grupo, que tampoco son, o no deberían ser, usuarios del sexo, lo constituyen las personas que el obispo llama ”consagradas”, es decir, curas, monjes y monjas. Este grupo, según D. Demetrio Fernández, que traduce rigurosamente la doctrina jerárquica católica, “vive su sexualidad sublimada en el amor más puro y oblativo” . Se olvidó decir que ¡todos no! Y los pederastas, ¿qué? Y los amantes furtivos ¿qué? Noten que entre o-blativo y a-blativo hay menos de un ridículo milímetro de distancia…De hecho, lo que la jerarquía católica exige que ofrezcan (o-blativo) las personas consagradas es la a-blación de su derecho sexual. Nada que ver con el mensaje de Jesús de Nazareth quien tuvo y sostuvo una actitud normal y sana sobre la sexualidad. Los católicos se han destacado siempre por enmendarle la plana al que dicen ser su Maestro. Estoy seguro que la carta pastoral del obispo de Córdoba, no la firmaría Jesús de Nazareth de ninguna manera. En realidad, muy poco de lo que la jerarquía católica dice de la sexualidad, de la creatividad y de la libertad del ser humano se parece a lo que dijo y diría el maestro de Nazareth. Pero ellos, ni caso; sino erre que erre…

domingo, 12 de febrero de 2012

NI ACATO, NI RESPETO

Cuando un Tribunal de Justicia emite una sentencia, suele responderse desde las Instituciones Públicas con la consabida expresión: “nosotros acatamos y respetamos las decisiones judiciales” o, incluso, como ha dicho últimamente el ministro de Justicia: “nosotros no comentamos las decisiones judiciales, en un Estado de Derecho se acatan con respeto y punto”. Que en un Estado de Derecho se imponga acatamiento, respeto y silencio ante las decisiones judiciales, explica a las claras lo poco derecho que es ese Estado. Que las decisiones de los jueces tengan que ser acatadas y respetadas en silencio, supondría que los jueces estuvieran investidos de ciencia infusa y de infalibilidad, además de que fueran absolutamente inmunes contra la iniquidad y contra la parcialidad. No hay un solo Tribunal humano libre de poder caer en el error, en la falsedad, en la iniquidad y en la parcialidad. Decir que es propio de un Estado de Derecho acatar, respetar y, si se quiere sacar nota, callar la propia opinión ante todas las sentencias judiciales, es mostrar el plumero fascista  con ibérica exuberancia. ¡De manera que dejé de acatar y de respetar  en silencio las declaraciones dogmáticas emanadas de la presunta infalibilidad papal y ahora tengo que acatar y respetar en silencio las sentencias judiciales como si fueran dogmas infalibles! Yo ni acato, ni respeto la sentencia del Tribunal Supremo por la que se condena al juez Baltasar Garzón a 11 años de inhabilitación, expulsión de la carrera judicial y pago de multas. Ni me callo  ante ella porque me sentiría un pobre y voluntario neurótico. Mis razones, para mí, son muy claras y es que la acusación de prevaricación que los 7 jueces del Tribunal Supremo hacen  contra el juez Garzón, bien podría ser una proyección intolerable de su propia prevaricación como jueces del Supremo. Soy uno de los 6 españoles sobre 10 que piensa que el juez Garzón está perseguido por la derecha, por el PP y por todos sus tentáculos jurídicos, económicos y religiosos. ¡Y eso es prevaricar masivamente a priori! Tengo sospechas altamente racionales de que estamos ante un tremendo golpe de fuerzas económicas y políticas españolas, capaces de influir en el Tribunal Supremo para eliminar a un juez peligroso. Es indignante oír a la Vicepresidenta del Gobierno que nos pide acatar y respetar a los jueces porque “son una institución independiente en la democracia”, me fijé muy bien en su cara mientras decía esto y, curiosamente, no advertí el más mínimo signo de eritrosis, aunque es cierto que siempre le cuesta más enrojecerse a la derecha… Para más sonrojo Rajoy y Rubalcaba eligen a los miembros del Tribunal Constitucional, ¡qué vergüenza y qué indignación! Yo ni acato ni respeto la excesiva dureza de la sentencia contra el juez Garzón, porque esa violencia jurídica es sospechosa de la iniquidad y de la parcialidad de los jueces. Una tal violencia jurídica en los términos de la sentencia que, por otra parte, es innecesaria, hace pensar en el insoportable nivel de presión que estos jueces  han tenido que soportar. Yo ni  acato  ni respeto que el primer condenado de la red Gürtel sea curiosamente el juez Garzón. No acato y no respeto la sentencia porque Vds., jueces  dependientes, han hecho que España siga haciendo el ridículo ante la parte más honrada de la sociedad internacional. No acato ni respeto que Vds., jueces nombrados por los políticos, hayan condenado con premeditación política y sin pruebas sólidas a un ciudadano que, además, ha perseguido con éxito la corrupción, el terrorismo y el golpismo dentro y fuera de España. No sólo no acato y no respeto la sentencia de los 7 jueces del Supremo; sino que me avergüenzo de tenerlos como jueces. Y esto puede decirse en un Estado de Derecho, cuando ese Estado, además de ser de Derecho, es de personas libres.

NI ACATO, NI RESPETO

Cuando un Tribunal de Justicia emite una sentencia, suele responderse desde las Instituciones Públicas con la consabida expresión: “nosotros acatamos y respetamos las decisiones judiciales” o, incluso, como ha dicho últimamente el ministro de Justicia: “nosotros no comentamos las decisiones judiciales, en un Estado de Derecho se acatan con respeto y punto”. Que en un Estado de Derecho se imponga acatamiento, respeto y silencio ante las decisiones judiciales, explica a las claras lo poco derecho que es ese Estado. Que las decisiones de los jueces tengan que ser acatadas y respetadas en silencio, supondría que los jueces estuvieran investidos de ciencia infusa y de infalibilidad, además de que fueran absolutamente inmunes contra la iniquidad y contra la parcialidad. No hay un solo Tribunal humano libre de poder caer en el error, en la falsedad, en la iniquidad y en la parcialidad. Decir que es propio de un Estado de Derecho acatar, respetar y, si se quiere sacar nota, callar la propia opinión ante todas las sentencias judiciales, es mostrar el plumero fascista  con ibérica exuberancia. ¡De manera que dejé de acatar y de respetar  en silencio las declaraciones dogmáticas emanadas de la presunta infalibilidad papal y ahora tengo que acatar y respetar en silencio las sentencias judiciales como si fueran dogmas infalibles! Yo ni acato, ni respeto la sentencia del Tribunal Supremo por la que se condena al juez Baltasar Garzón a 11 años de inhabilitación, expulsión de la carrera judicial y pago de multas. Ni me callo  ante ella porque me sentiría un pobre y voluntario neurótico. Mis razones, para mí, son muy claras y es que la acusación de prevaricación que los 7 jueces del Tribunal Supremo hacen  contra el juez Garzón, bien podría ser una proyección intolerable de su propia prevaricación como jueces del Supremo. Soy uno de los 6 españoles sobre 10 que piensa que el juez Garzón está perseguido por la derecha, por el PP y por todos sus tentáculos jurídicos, económicos y religiosos. ¡Y eso es prevaricar masivamente a priori! Tengo sospechas altamente racionales de que estamos ante un tremendo golpe de fuerzas económicas y políticas españolas, capaces de influir en el Tribunal Supremo para eliminar a un juez peligroso. Es indignante oír a la Vicepresidenta del Gobierno que nos pide acatar y respetar a los jueces porque “son una institución independiente en la democracia”, me fijé muy bien en su cara mientras decía esto y, curiosamente, no advertí el más mínimo signo de eritrosis, aunque es cierto que siempre le cuesta más enrojecerse a la derecha… Para más sonrojo Rajoy y Rubalcaba eligen a los miembros del Tribunal Constitucional, ¡qué vergüenza y qué indignación! Yo ni acato ni respeto la excesiva dureza de la sentencia contra el juez Garzón, porque esa violencia jurídica es sospechosa de la iniquidad y de la parcialidad de los jueces. Una tal violencia jurídica en los términos de la sentencia que, por otra parte, es innecesaria, hace pensar en el insoportable nivel de presión que estos jueces  han tenido que soportar. Yo ni  acato  ni respeto que el primer condenado de la red Gürtel sea curiosamente el juez Garzón. No acato y no respeto la sentencia porque Vds., jueces  dependientes, han hecho que España siga haciendo el ridículo ante la parte más honrada de la sociedad internacional. No acato ni respeto que Vds., jueces nombrados por los políticos, hayan condenado con premeditación política y sin pruebas sólidas a un ciudadano que, además, ha perseguido con éxito la corrupción, el terrorismo y el golpismo dentro y fuera de España. No sólo no acato y no respeto la sentencia de los 7 jueces del Supremo; sino que me avergüenzo de tenerlos como jueces. Y esto puede decirse en un Estado de Derecho, cuando ese Estado, además de ser de Derecho, es de personas libres.

NI ACATO, NI RESPETO

Cuando un Tribunal de Justicia emite una sentencia, suele responderse desde las Instituciones Públicas con la consabida expresión: “nosotros acatamos y respetamos las decisiones judiciales” o, incluso, como ha dicho últimamente el ministro de Justicia: “nosotros no comentamos las decisiones judiciales, en un Estado de Derecho se acatan con respeto y punto”. Que en un Estado de Derecho se imponga acatamiento, respeto y silencio ante las decisiones judiciales, explica a las claras lo poco derecho que es ese Estado. Que las decisiones de los jueces tengan que ser acatadas y respetadas en silencio, supondría que los jueces estuvieran investidos de ciencia infusa y de infalibilidad, además de que fueran absolutamente inmunes contra la iniquidad y contra la parcialidad. No hay un solo Tribunal humano libre de poder caer en el error, en la falsedad, en la iniquidad y en la parcialidad. Decir que es propio de un Estado de Derecho acatar, respetar y, si se quiere sacar nota, callar la propia opinión ante todas las sentencias judiciales, es mostrar el plumero fascista  con ibérica exuberancia. ¡De manera que dejé de acatar y de respetar  en silencio las declaraciones dogmáticas emanadas de la presunta infalibilidad papal y ahora tengo que acatar y respetar en silencio las sentencias judiciales como si fueran dogmas infalibles! Yo ni acato, ni respeto la sentencia del Tribunal Supremo por la que se condena al juez Baltasar Garzón a 11 años de inhabilitación, expulsión de la carrera judicial y pago de multas. Ni me callo  ante ella porque me sentiría un pobre y voluntario neurótico. Mis razones, para mí, son muy claras y es que la acusación de prevaricación que los 7 jueces del Tribunal Supremo hacen  contra el juez Garzón, bien podría ser una proyección intolerable de su propia prevaricación como jueces del Supremo. Soy uno de los 6 españoles sobre 10 que piensa que el juez Garzón está perseguido por la derecha, por el PP y por todos sus tentáculos jurídicos, económicos y religiosos. ¡Y eso es prevaricar masivamente a priori! Tengo sospechas altamente racionales de que estamos ante un tremendo golpe de fuerzas económicas y políticas españolas, capaces de influir en el Tribunal Supremo para eliminar a un juez peligroso. Es indignante oír a la Vicepresidenta del Gobierno que nos pide acatar y respetar a los jueces porque “son una institución independiente en la democracia”, me fijé muy bien en su cara mientras decía esto y, curiosamente, no advertí el más mínimo signo de eritrosis, aunque es cierto que siempre le cuesta más enrojecerse a la derecha… Para más sonrojo Rajoy y Rubalcaba eligen a los miembros del Tribunal Constitucional, ¡qué vergüenza y qué indignación! Yo ni acato ni respeto la excesiva dureza de la sentencia contra el juez Garzón, porque esa violencia jurídica es sospechosa de la iniquidad y de la parcialidad de los jueces. Una tal violencia jurídica en los términos de la sentencia que, por otra parte, es innecesaria, hace pensar en el insoportable nivel de presión que estos jueces  han tenido que soportar. Yo ni  acato  ni respeto que el primer condenado de la red Gürtel sea curiosamente el juez Garzón. No acato y no respeto la sentencia porque Vds., jueces  dependientes, han hecho que España siga haciendo el ridículo ante la parte más honrada de la sociedad internacional. No acato ni respeto que Vds., jueces nombrados por los políticos, hayan condenado con premeditación política y sin pruebas sólidas a un ciudadano que, además, ha perseguido con éxito la corrupción, el terrorismo y el golpismo dentro y fuera de España. No sólo no acato y no respeto la sentencia de los 7 jueces del Supremo; sino que me avergüenzo de tenerlos como jueces. Y esto puede decirse en un Estado de Derecho, cuando ese Estado, además de ser de Derecho, es de personas libres.

jueves, 9 de febrero de 2012

IZQUIERDA Y DERECHA

Desde hace algún tiempo, viene oyéndose, aunque sólo de vez en cuando, que las ideologías han muerto y que, en la práctica, da lo mismo ser de derecha que de izquierda. Es cierto que hay ocasiones, sobre todo en casos de emergencia, en que la derecha y la izquierda consensúan importantes decisiones provisionales y parecen no distinguirse. Pero eso, es sólo un paréntesis, una excepción que confirma la regla…¿Cómo no va a haber ideologías que muevan nuestras conductas y determinen nuestras decisiones? ¡Ni que fuéremos sólo animales y no, también, racionales! Desde luego, bien que es cierto que hay personas de izquierda y otras de derecha, cuya conciencia de serlo es neblinada, ahumada, contaminada y unos se pueden portar como los otros y los otros como los unos. Pero, cando las conciencias se aclaran cada oveja vuelve a su redil. Creo que esto es lo que ha pasado con el PSOE en el reciente Congreso de Sevilla, los socialistas más honrados y más inteligentes (porque los hay innominables y torpes) se dieron cuenta que perdieron el verdadero camino, según la amarga expresión de Dante Alighieri “mi ritrovai per una senda scura, ché la vera via era amarrita” Perdieron cuatro millones de votantes, por hacer políticas esclavistas de derecha, siendo ellos de izquierda. Se arrimaron insensatamente al PP y a los mercados corruptos, en vez de haberlo hecho a IU y al arco progresista de izquierda. Ya en diciembre de 2010 escribí, en este periódico, que Zapatero tenía que haber dimitido ya, por coherencia con su ideología de izquierda, porque le estaban obligando a hacer política de derecha. Ya que he nombrado al incoherente Zapatero en el bando de la izquierda, voy a nombrar a José Ignacio Wert fascista y ambiguo en extremo; observen su rostro, analicen sus opiniones sobre la tauromaquia y sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía y recuerden su biografía. Presidente Rajoy, ¡cuan tremendo error eligir a Wert, se arrepentirá!


Pero, ¿en qué se diferencian la derecha y la izquierda políticas? Creo haberlo dicho en varias ocasiones, que es la IGUALDAD y la EQUIDAD, a las que han hecho referencia últimamente Carme Chacón y Pérez Rubalcaba, lo que diferencia la ideología de izquierda de la de la derecha. Para la derecha política no hay otro sistema que la mantenga que el sistema capitalista neoliberal, basado en la desigualdad de los seres humanos, de tal manera que pueda haber grandes fortunas, sueldos de impresión, clases superiores, privilegios indiscutibles y acumulación de grandes patrimonios y de grandes cantidades de dinero en paraísos fiscales de todos conocidos. Por tanto, cuando suceden las crisis, provocadas por la derecha, las soluciones que ella busca, de acuerdo con los cómplices mercados, es que las clases bajas y medias paguen para que siga la desigualdad del sistema. Todas las medidas anticrisis adoptadas por la derecha van encaminadas a que se sostenga la desigualdad de la sociedad, es decir, la injusticia social. Guerra, pues, a las clases bajas y funcionarios.

La izquierda, la izquierda auténtica y no contaminada, apuesta por la igualación de la sociedad tan inmoralmente desigual. Los impuestos, las tasas para igualar hay que dirigirlas a los ricos, a los bancos, a las grandes empresas. ¡Todos ganan más dinero de lo que dicen, sólo que lloran para impresionar! Un Estado justo y de derecho busca el bienestar de los ciudadanos y este bienestar sólo está en la igualdad y justicia sociales. Esa es la izquierda auténtica que el PSOE, IU y otros, tienen la obligación de sostener. Igualdad, Equidad, Justicia social son las auténticas banderas de la izquierda

jueves, 2 de febrero de 2012

LA MEMORIA COMPLETA

Vengo observando, desde hace tiempo, que cuando en España se hace memoria histórica, esa memoria no es completa, por lo menos no se expresa de manera completa. Recientemente, a propósito de la muerte del Sr. Fraga Iribarne (qepd) ha sucedido lo mismo: hemos refrescado la memoria, pero no de forma completa. Se ha recordado que el fundador de la derecha española fue ministro de Francisco Franco y, por cierto, un ministro muy valorado por él porque estaba intensamente identificado con su caudillo y con su movimiento nacional. Su mano dura, durísima y hasta injustamente cruel complacía especialmente a Franco. Y, ¿quién fue Franco, de quien el Sr. Fraga fue ministro? Se le recuerda en el consciente colectivo con varias nominaciones: Caudillo por la gracia de Dios, Generalísimo de los Ejércitos, Jefe de Estado, Jefe nacional del movimiento, Dictador. Algunos obispos de la época y el incipiente Opus del marqués Escrivá de Balaguer mostraron groseramente su espíritu anticristiano llamándolo a él, cruzado católico y a la guerra civil por él mandada, cruzada.

Sin embargo, el título fundamental, la nominación elemental y primera por la que Francisco Franco Bahamonde debe entrar en la memoria colectiva universal, es la de golpista y genocida. El militar que, traicionando a la autoridad establecida democrática y constitucionalmente e incumpliendo sus juramentos como militar, declaró una guerra al Gobierno y al Pueblo español, es un delincuente golpista. Franco, primero fue golpista y genocida y murió siéndolo porque nunca se arrepintió ni dimitió, después y, gracias al traidor, ilegal e inmoral golpe de Estado y a su más que cruel guerra civil, fue también caudillo, generalísimo, cruzado católico, dictador y usurpó durante casi 40 años la jefatura del Estado español. La memoria no es completa ni veraz si no recordamos que Francisco Franco durante los cuarenta años de su vida pública en España fue un ilegal y antidemocrático jefe de Estado por golpista y genocida. Y nada de lo que realizó, ni lo malo que fue mucho ni lo bueno que también hizo, anula su crónica e histórica condición de golpista y de genocida. No puedo callar, porque si no la memoria seguiría siendo incompleta, que la iglesia católica celebró con bendiciones sin fin el golpe de Estado de Franco, al que enseguida bautizó anticristiana y sacrílegamente como cruzada. Muchos de los actuales obispos españoles, empezando por Rouco Varela, siguen venerando a Francisco Franco como el cruzado católico.

Resulta sorprendente que la derecha española del Sr. Fraga Iribarne y de los Sres. Aznar y Rajoy no hagan mención de esta trascendental realidad de nuestra historia reciente, es decir, que Francisco Franco Bahamonde ante todo, sobre todo y en primer lugar fue un golpista y genocida, después, si quieren, que lo llamen jefe de Estado, pero ya sabremos todos de quién y de qué hablamos y tendremos todos la misma memoria y, además, completa. Por eso es tan demencial, tan quijotesco y tan typical spanish que el juez Baltasar Garzón esté en el banquillo por intentar esclarecer los crímenes de aquel golpista y genocida, que durante casi cuarenta años y, viviendo como un sultán, usurpó la jefatura del Estado español, atreviéndose también a nombrar a su sucesor, que es el único baldón que tiene el Rey Juan Carlos. Con Franco golpista y genocida, ¿no se entiende mejor el pánico de la derecha a la memoria histórica completa?

miércoles, 1 de febrero de 2012

LA SALIDA DE LA CRISIS

El nuevo director de la página financiera COTIZALIA, Alberto Artero (con su pseudónimo S.McCoy ) señala, en consenso prácticamente universal, que el desempleo debe ser la primera y más seria preocupación de los españoles. En un artículo de mayo de 2010 y con datos de 2009, indicaba S. McCoy que 15, 82 millones de españoles que trabajan en el sector privado, sostienen a 29,85 millones que no trabajan. Hoy, estos datos han empeorado muchísimo. El autor no computa a los 3 millones de funcionarios porque no son trabajadores privados. Añade S.McCoy que la quiebra está garantizada si no encontramos la solución en dos o tres años. Si en España estamos situados en el 22.8% de parados, en Canarias hemos superado el 30%. Ya hay analistas del devenir económico-laboral que hablan sin tartamudeo de los próximos 6 millones de parados. Lo más desesperante es que no hay nadie que se atreva a asegurar que vamos a mejorar, los optimistas que situaban en 2014 la aparición de los tradicionales brotes verdes, hoy ya no se pronuncian. Evidentemente hay analistas políticos y alguna líder conservadora europea, coreada por sus conservadores pajes, que asegura que si seguimos haciendo reformas y recortes profundos, un día saldremos del túnel. Por el contrario, la mayoría progresista piensa que mientras más recortes y más reformas laborales, la crisis se hará más profunda, y eso porque recortes y reformas caen siempre sobre los más débiles. A pesar de que hay algunos pocos líderes políticos que señalan la desigualdad y la injusticia social como la causa de esta crisis, hay otros, inmensa mayoría, que creen que la crisis ha surgido por la mala gestión económico-financiera de políticos corruptos y la sociopática ambición de los usureros de las finanzas. Siendo esa observación más que cierta y siendo innegable que políticos y banqueros perversos son los máximos culpables de esta dolorosa y crítica situación mundial; sin embargo las causas de esta crisis son más profundas, mucho más profundas y los corruptos, que siempre son superficiales por conveniencia, no las captan ni las intuyen, y si las intuyen, las esconden.


No cabe la menor duda que esta severa crisis ha hecho que mucha gente se replantee su actitud fundamental frente a la vida. Este replanteamiento surge a raíz de dos observaciones evidentes: la primera es que hemos vivido en una burbuja, hipnotizados por un consumismo sin tino y sin tope, acumulando objetos materiales sin medida y haciendo rebosar los roperos, las despensas, las alacenas y las habitaciones de nuestras casas que, muchas veces, son dos o más, al igual que nuestros garajes, buhardillas y almacenes. La segunda observación evidente es la insostenible y cada vez mayor desigualdad entre los seres humanos. Cada vez hay más personas de café, puro y cognac, pero infinitamente más numerosas son las que rebuscan en los contenedores para alimentarse de nuestras sobras o las que van enflaqueciendo y dejándose morir comidas por las moscas. En definitiva, es la intolerable y execrable desigualdad la causa generadora de esta tremenda crisis mundial. Dicho esto, la pregunta ¿cómo salir de esta crisis?, es igual a aquella otra: ¿de qué color es el caballo blanco de Santiago? Los gobernantes elegidos democráticamente, que son los que tienen que encontrar la salida de esta crisis, tendrían que tener una gran meta: igualar, igualar, igualar. Se trata, pues, de igualar a los seres humanos, porque los recursos, entre ellos el dinero, están repartidos por la diosa avaricia y no por la diosa solidaridad. En este sentido, todos los gobernantes del mundo, elegidos democráticamente, tendrían que tener una única meta en sus mentes y en sus corazones, a la hora de decidir medidas para salir de la crisis: igualar, igualar e igualar. Nadie puede ganar tanto aunque se mate trabajando, todos tenemos que tener un tope justo, decente y solidario en nuestras ganancias. No puede ser que los seres humanos, de naturaleza social, no tengan tope de enriquecimiento. Las escandalosas ganancias de los bancos a través de los tipos de interés, las comisiones y el euribor tienen que frenarse. Los enormes e insultantes sueldos de tantas personas que dirigen, que asesoran, que representan…, hay que rebajarlos y equilibrarlos. La acumulación de dinero y de patrimonio, además del uso de prebendas y privilegios de los gobernantes y de los altos cargos de las administraciones públicas deben simplemente revisarse muy a la baja. Un Estado justo, ético, solidario y cuidadoso del bienestar de sus ciudadanos, tendría que atreverse a fijar una ganancia mínima y otra máxima, por debajo o por encima de las cuales se incurriría en el gravísimo delito de la injusticia social. Y aquí, “con la iglesia hemos topado, Sancho”. Las grandes fortunas, los ricos y poderosos me mirarán con la burla que merece un ingenuo y, en el fondo, con odio. Dirán, convencidos hasta el tuétano, que los seres humanos no somos iguales, que tiene que haber ricos y pobres, que hay quienes han venido a ser servidos y otros que están aquí para servir, que los que nacen en Nigeria no son iguales que los que nacen en Noruega, las mujeres nacen con vocación de servicio y los hombres nacen con derecho a maltratar. La salida de la crisis no es deseada por todos, los ricos no saben que hemos entrado y los pobres no ven la hora de salir. Quiero advertir a la Merkel y a su nuevo paje Rajoy, pero también a Obama y al agotado napoleón francés Sarkozy, a Christine Lagarde, a Barroso, a Chávez y a la argentina Fernández, al aislado Cameron, a Mario Draghi, que de esta crisis (crisis no cualquiera), sino crisis de civilización, crisis de injusticia social y desigualdad social, no se sale sino comprendiendo con conciencia honrada y madura el significado y calado de esta crisis y, luego, apoyándose en esa comprensión, tomando medidas, desde una conciencia social, para igualar, igualar, igualar, igualar…¿Cómo hacerlo? Ya sé que es muy difícil porque todo está atado y bien atado en el sistema neoliberal. Las grandes fortunas, las grandes entidades económicas y financieras tienen al resto de los humanos cogidos por donde es casi imposible soltarse. Son los gobernantes democráticos los responsables y los competentes para ponerle el cascabel al gato, para determinar el mínimo sostenible y digno de ganancia y el máximo ético y solidario de enriquecimiento. Las recetas económico-financieras deberían estar en segundo lugar; pero los gobernantes, anteriormente citados y todos los que no paran de reunirse en Bruselas, en Frankfurt, en New-York o en Davos, no piensan desgraciadamente sino en el recetario económico más sádico. La igualdad y la justicia sociales, que son las auténticas bases del Estado del bienestar, no interesan a sus conciencias dominadas por la diosa avaricia. Estamos en el umbral de un radical cambio de paradigma, sólo que los creadores, sostenedores y beneficiarios del paradigma anterior, están resistiendo desesperadamente, como sátrapas amenazados.