lunes, 20 de febrero de 2012

HUID DE LA FORNICACIÓN

En estos días cayó en mis manos la última carta pastoral que escribió a sus católicos cordobeses D. Demetrio Fernández González, nombrado por Benedicto XVI obispo de Córdoba el 18 de febrero de 2010, que lleva como título “Huid de la fornicación”. Tengo que decir que el título ya me hizo gracia, porque, afortunadamente, hace más de treinta años que cambié la angustia por la gracia ante las declaraciones de la iglesia católica sobre el sexo. La primera gracia fue la palabra fornicación, del latín fornix que era la cueva o la bóveda donde las prostitutas romanas ejercían su profesión, como hoy la ejercen al amparo de las termas de Caracalla. Luego, la moral católica extendió el término, hasta el día de hoy, a toda relación sexual fuera del matrimonio sacramental, aunque, incluso dentro del matrimonio sacramental, hay prácticas que Agustín de Hipona (s. V), el gran constructor de la neurótica sexualidad occidental, considera fornicaciones. La gracia se volvió aún más graciosa, y también más impresionante, cuando se me ocurrió leer el contenido de la carta pastoral, es decir, la carta que escribe el pastor cordobés a sus ovejas. Como es lógico, hay cartas y cartas, pero hay algunas, que escriben papas y obispos a sus súbditos, que merecen toda la atención de un equipo de analistas, psicoanalistas, psicolingüistas, hermeneutas y algún experto más. Por ejemplo, el obispo de Córdoba divide a los usuarios del sexo en tres grupos: los solteros, para los cuales, según D. Demetrio y su iglesia, no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad, dicho de otra forma, no son ni deben ser usuarios del sexo. Las razones son tan simples como demenciales: como el soltero y la soltera no han celebrado el sacramento del matrimonio, no pueden tener relaciones sexuales con nadie, ni tampoco masturbarse porque eso para la moral católica es un pecado, en todo caso. Luego, en el segundo grupo, están las personas casadas, que esas pueden mantener relaciones sexuales con sus cónyuges, ¡pero…!, según advierte prudentemente el obispo cordobés, “administrando sus impulsos”, nada de sexo pasional y sin método, porque se puede resbalar hacia la fornicación por menos de nada… Además, eso de que en el matrimonio se puede hacer de todo, nanai de la China. El ideal católico, desde Agustín de Hipona hasta hoy, es penetrar, depositar en el lugar adecuado no en otro, y sacar lo antes posible para provocar la procreación, que es lo único que justifica una relación sexual. El tercer grupo, que tampoco son, o no deberían ser, usuarios del sexo, lo constituyen las personas que el obispo llama ”consagradas”, es decir, curas, monjes y monjas. Este grupo, según D. Demetrio Fernández, que traduce rigurosamente la doctrina jerárquica católica, “vive su sexualidad sublimada en el amor más puro y oblativo” . Se olvidó decir que ¡todos no! Y los pederastas, ¿qué? Y los amantes furtivos ¿qué? Noten que entre o-blativo y a-blativo hay menos de un ridículo milímetro de distancia…De hecho, lo que la jerarquía católica exige que ofrezcan (o-blativo) las personas consagradas es la a-blación de su derecho sexual. Nada que ver con el mensaje de Jesús de Nazareth quien tuvo y sostuvo una actitud normal y sana sobre la sexualidad. Los católicos se han destacado siempre por enmendarle la plana al que dicen ser su Maestro. Estoy seguro que la carta pastoral del obispo de Córdoba, no la firmaría Jesús de Nazareth de ninguna manera. En realidad, muy poco de lo que la jerarquía católica dice de la sexualidad, de la creatividad y de la libertad del ser humano se parece a lo que dijo y diría el maestro de Nazareth. Pero ellos, ni caso; sino erre que erre…

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