viernes, 21 de mayo de 2010

JUECES INICUOS

El término “inicuo” significa no equitativo y, por tanto, injusto. Si usamos el sentido común, aplicar el predicado “inicuo” a un juez o jueza es, cuanto menos, paradójico y, en sí mismo, repugnante a la lógica. Sin embargo, cada vez entendemos y aceptamos más que, efectivamente, hay iniquidad en la judicatura, hay jueces inicuos, injustos. Que no se ofendan estos señores y señoras de negras togas, porque también hay pedófilos de negras sotanas y prepotentes matasanos de bata blanca, y a todos ellos y ellas censuramos y juzgamos. Si criticamos y denunciamos a los que siempre creímos representantes de Dios, ¿por qué no vamos a criticar y a denunciar a los que siempre creímos garantes y defensores de la diosa Iustitia? Esta diosa romana, sustituta de la griega Temis, con sus ojos tapados, con una balanza en sus manos y el cuerno de la abundancia o cornucopia en su cabeza, se sienta sobre un león en señal de su propia fuerza. En España, los jueces que forman las entidades jurídicas más altas del actual llamado Estado de Derecho, son nombrados por los partidos políticos mayoritarios, el de Gobierno y el principal de la Oposición, el primero progresista y el segundo conservador. Quiere esto decir que, asombrosamente, hay jueces progresistas y jueces conservadores. Quiere esto también decir que, más asombrosamente aún, hay dos interpretaciones de la misma ley, una progresista y otra conservadora. Quiere esto finalmente decir que, según la adscripción ideológicopolítica del juez o jueza, un ciudadano puede, en el colmo del asombro, ser condenado o absuelto. ¡Qué aberración! ¡El poder judicial nombrado por el poder ejecutivo y por la oposición! ¿Dónde está la independencia de poderes que proclama la democracia? Estos jueces politizados no tienen los ojos tapados; sino que pican el ojo a unos y se dejan seducir por otros. No tienen la balanza en sus manos, signo de equilibrio, porque estando politizados, ellos mismos no son equilibrados. Del cuerno de la abundancia en sus cabezas no se beneficia la ciudadanía, porque lo tienen enchufado a sus intereses partidistas que, al fin y al cabo, son intereses economicistas. Estando politizados, como están, tampoco se sientan sobre la fuerza noble del león; sino que asustan, como hienas, con el poder de sus dentelladas. Si los partidos políticos son uno de los tumores más malignos que sufre la democracia, las instancias judiciales por ellos nombradas sufren la obligada metástasis, son instancias tumorosas. Todo juez partidistamente progresista es inicuo y todo juez partidistamente conservador es inicuo igualmente, aunque, a mi juicio, el segundo tiene un plus histórico y fáctico de iniquidad. El próximo CSPJ o el TC, ¿seguirán siendo inicuos? ¿Podremos seguir soportando que jueces inicuos conservadores, en este caso subordinados al PP, suspendan a un juez que, lo mismo que hizo en Chile o en Argentina, quiera investigar los crímenes de un dictador genocida casero como fue Francisco Franco? Después, aparecen todas las argucias propias del que hizo la ley, que también hace la trampa, y se termina acusando a Garzón de prevaricador. En el fondo, muchos españoles, incluso jueces, no terminan de asumir que Franco fue un golpista que cabalgó en la ilegalidad, en la dictadura, en la inmoralidad y en el crimen desde 1936 hasta 1975 y que aún nos queda mucha, mucha basura suya por recoger de la piel y de las entrañas de España. Franco habrá desaparecido nominalmente del callejero; pero su fantasma ronronea por plazas, callejones y edificios desde el pecho orgulloso de sus idólatras. Fue ese ronroneo fantasmagórico, en el pecho de tres jueces partidistamente conservadores, el que suspendió al juez Garzón por su “sacrílego” atrevimiento.