domingo, 19 de agosto de 2012

ABORTO Y SITUACIONES

Siento vergüenza propia y ajena de tener que debatir aún sobre el tema del aborto. Creo que sólo en esta España, gobernada por nostálgicos del nacional catolicismo y del franquismo opusdeista, se sigue discutiendo sobre el aborto. Pero, en fin, estamos en esta España y toca volver a hablar sobre lo mismo.
En febrero de 1968 me encontraba yo en Montevago (Sicilia), colaborando en los primeros auxilios después de un terremoto que lo arrasó todo, causando cientos de muertos. La todopoderosa mafia era la dueña del ayuntamiento, de la escuela, de la iglesia y de cualquier otra asociación cívica. Durante aquella estancia en Sicilia, tuve ocasión de conocer a una chica de 18 años que había quedado embarazada por defecto del preservativo, siendo aún soltera. Su trágico problema era que si la mafia se enteraba de su embarazo, no estando religiosamente casada, tanto ella como su feto serían ejecutados. Se preguntaba ella que si, dada su situación, podía abortar en secreto sin que su decisión fuera imputable moralmente. Se trataba de una mujer católica, como cualquier siciliano y cualquier mafioso. Fue la primera vez que se tambaleó, a mis 26 años, mi rígida concepción teórica sobre el aborto y mi mente se abrió a la visión y a la comprensión de otro enfoque, más flexible, más humano y, con total seguridad, más caritativo y más cristiano. Aquella joven decidió abortar después de valorar, seria y libremente,  su situación.Fue al año siguiente cuando descubrí académicamente el término situación, aplicado tanto a la ética filosófica como a la moral teológica, aunque experimentalmente la situación se me impuso a bocajarro en Sicilia. Mucho más adelante aprendí, leyendo al prestigioso “psiquiatra rojo” Carlos Castilla del Pino (Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación, de 1992) que los términos situación y persona eran también de máximo interés para la psiquiatría y para la psicología clínica, tanto a la hora del diagnóstico como de la psicoterapia. La situación a la que nos referimos, está constituida por factores internos que, en un momento determinado, constituyen la vida interna de una persona; sus variadísimos sentimientos, sus afectos, sus emociones, sus ideales, sus valores, sus pensamientos y sus razones constituyen su situación personal. Por ello, el concepto de situación y el de persona, están indisolublemente unidos. Pero, además de esta dimensión claramente individual y personal del concepto de situación, hay que añadir la necesaria dimensión social, dado que la persona humana está en permanente y estrecha relación con su entorno físico y social, y también este conjunto de relaciones forma parte de la situación personal de cada ser humano. En el caso de la joven siciliana, su situación personal interna consistía en su intensa ansiedad de abandono, en su miedo intenso a morir en cualquier esquina ella y su criatura, en su sentimiento de total desvalimiento e impreparación para atender a su futuro hijo, máxime después de un tremendo terremoto, en la incidencia de la rotura del preservativo sin que deseara en aquel momento quedar embarazada. Por otra parte, su situación personal externa estaba formada por su relación con una sociedad rígida, fundamentalista y mafiosa en la que vivía, de la que aún dependía y  con la que mantenía lazos de parentesco y de amistad. La sociedad mafiosa es una sociedad de leyes férreas y universales que no admite excepciones situacionales. Valorando esa situación personal global, aquella mujer, honrada y buena, abortó con mucho sufrimiento.
De todo lo dicho, se concluye que hay dos tipos de moral: en primer lugar, la moral basada en leyes universales que dicta un legislador (un juez, un parlamento, la mafia, un papa…), sin posibilidad de valorar la situación personal de cada individuo, llamémosla moral normativa impersonal y, en segundo lugar, la moral basada en la situación personal de cada individuo, teniendo en cuenta también las leyes universales dictadas por legítimos legisladores, llamémosla moral de situación personal. En el primer tipo de moral el máximo responsable es el legislador al que se debe obediencia siempre y en cualquier situación, por ello este tipo de moral es heterónoma (“el otro es la ley”). En el segundo tipo de moral, el máximo responsable de la moralidad de sus actos es el propio individuo único e irrepetible, que sigue el dictamen de su propia conciencia, por ello este tipo de moral es autónoma (“yo soy mi ley”). Es evidente que el fundamentalismo teológico (el catolicismo, por ejemplo), la auténtica derecha política y el conservadurismo social eligen la moral heterónoma basada en leyes universales que exigen sólo obediencia ciega. Mientras que el progresismo teológico, la auténtica izquierda política y los individuos y sociedades que han alcanzado una conciencia flexible y abierta, optan por la moral autónoma, basada en la valoración de la situación personal que concluye con el dictamen de la propia conciencia. El papa Pío XII, en abril de 1952, condenó ásperamente este tipo de moral, como cabía esperar. La moral basada en la inmutabilidad y rigidez de las leyes universales es más fácil, menos comprometida para la persona porque ésta no tiene más que obedecer, sin más valoraciones o análisis. Así gritaba el fundador de la Legión, general Millán Astray, a la tropa: “Soldados, sentíos siempre orgullosos de obedecer, porque el que obedece nunca se equivoca”. ¡Tremendo  sofisma! Sin embargo, la moral basada en la situación personal, es más difícil, enfrenta a la persona  con su conciencia porque es la persona, en su soledad situacional, la que con libertad y con amor, tiene que decidir. Curiosamente, S. Agustín, es el autor de una de las frases más lapidarias que se han pronunciado: “Ama y haz lo que quieras”. En definitiva, para la moral de situación o autónoma, el hecho de que un acto sea bueno o malo no lo determina una ley universal e inmutable; sino que se debe valorar en base a la situación personal y social en la que el individuo se encuentra. En la moral de situación personal o autónoma es esencial la presencia operativa de la libertad y del amor. En la otra moral normativa impersonal lo esencial es la obediencia. Es como si la serpentina jerarquía católica y su brazo secular, la derecha política y económica, se auto enfermaran de un alzheimer evangélico y dejaran de recordar que para el Maestro Jesús, la persona estaba siempre por encima de la ley y que él mismo infringió leyes universales férreas valorando  la situación de las personas. Jesús respetó las leyes de su pueblo judío, pero hasta que alguna de ellas se volvía injusta con las situaciones personales (Mc.7,6; Mt.12…)El Gobierno Rajoy ha elegido la ética y la moral basada en la inmutable universalidad de la nueva ley del aborto que aprobarán con el rodillo parlamentario, ignorando las situaciones personales. La jerarquía católica no ha dicho ni pío, porque sabe que Rajoy y su gobierno se enorgullecen de ser obedientes. Nuestro Presidente es un dechado de obediencia no sólo a la jerarquía católica, sino a la autarca Frau Merkel y a los abusadores dueños del dinero. Por ello, creo que haremos bien en llamarlo Marianus der Erste, der Gehorsam  (Mariano I, el Obediente).Las personas autónomas y amorosamente libres eligen la ética y la moral basada en la situación personal. Yo elijo este tipo de moral autónoma, por eso me parece una regresión y una represión la reforma de la ley del aborto que el justiciero  ministro quiere llevar a cabo. ¡Cada mujer, valorando y analizando su situación individual y social, como portadora de un feto, malformado o normal, que decida en conciencia si abortar o no! De los llamados derechos del non nato, hablaremos en otra ocasión. Y que callen para siempre los cruzados que hablan de asesinato, de pena de muerte, de infanticidio. El aborto es un acto de la mujer, ella es la máxima conocedora de su situación personal interna y externa, ella es la que sufre su embarazo, su parto y su aborto, por eso, es ella la que tiene la última  palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario