lunes, 20 de diciembre de 2010

¡70 MUJERES ASESINADAS! (II)

La era patriarcal-machista se caracteriza por el dominio del hombre sobre la mujer. El término “dominio” procede de “dominus” (en latín señor). Era precisamente el “señorío” o “dominio” el que el hombre ejercía sobre la mujer y también sobre sus siervos comprados. El “dominus” era señor de la vida y de la muerte, propietario exclusivo del siervo y de la mujer. Su dominio, sin necesidad de llegar a decidir la muerte de una mujer o de un siervo, se ejercía en el vivir y quehacer cotidianos. Exactamente igual que ocurre hoy, en la vida diaria de los hombres y de las mujeres de nuestras sociedades. Actitudes dominantes tan “suaves” como la de ir modelando a la mujer al gusto del hombre: “me gusta que te peines así, y que te vistas así”, “no me gusta ese escote, no te queda bien…”El hombre de conciencia patriarcal-machista intenta, consciente o inconscientemente, que su pareja mujer llegue a convencerse de que no puede vivir sin él. Es entonces cuando ese hombre fantasea con que la mujer es “Sólo mía”, al estilo de la película de Javier Balaguer; en ella, Ángela y Joaquín se casan felices y felices se hacen madre y padre, hasta que un día Joaquín no controló su insospechado e inconsciente rechazo a la igualdad de género y se enfadó, reprochó, insultó y golpeó a la mujer de su propiedad. Es ese sentimiento de propiedad, hija de la conciencia de desigualdad, que tiene el hombre respecto a la mujer, la causa profunda de todo maltrato, desde el más melifluo hasta el más sangriento. Se trata de cambiar el paradigma capitalista neoliberal, que se basa en la conciencia de desigualdad esencial, también entre hombres y mujeres. Y dentro de ese nuevo paradigma, un nuevo sistema educativo fundamentalmente basado en la educación en la conciencia de igualdad esencial. Un nuevo sistema educativo no puede tener como único objetivo (¡hoy de facto es así!) que nuestros jóvenes obtengan buenas calificaciones en sus asignaturas de letras o de ciencias, con el fin de que sean buenos historiadores, buenos ingenieros o buenos abogados. Lo realmente esencial en un paradigma educativo es educar precisamente en lo esencial y hacerlo también en lo accidental. Y lo esencial está constituido por los valores que hacen que un ser humano, sea real y esencialmente humano. Y no hay valor más esencial para el bienser y el bienestar de cada uno de nosotros y de la humanidad en su conjunto, que el valor de la igualdad esencial, de la que se deriva el amor, que, como dijo Agustín de Hipona, “o se da entre iguales o hace iguales”. El reconocido sabio, Dr. Claudio Naranjo, acaba de publicar un libro titulado “Cambiar la educación, para cambiar el mundo”. ¡Es urgente renovar el obsoleto e ineficaz sistema educativo! Si el Ministro de Educación y los 17 Consejeros Autonómicos no saben, como así parece, que pidan ayuda a la sociedad civil, hay gente de a pie que sabrían hacerlo sin dependencias esterilizantes, sin extenuantes retóricas y con creativa y expeditiva libertad. La bestia capitalista de la desigualdad, seguirá defendiéndose, resistiendo y atacando con nuevas crisis. Pero las mujeres y hombres con conciencia de igualdad, terminarán ganando con constancia, con esfuerzo, con unión y con esperanza alegre.

¡Por el momento, guerra sin tregua al maltratador, al melifluo y al sangriento, al religioso y al ateo, al de guantes blancos y al de puños de acero! Que duerman para nosotros y vivan para ellas, en paz, las setenta almas femeninas, cuyas personas asesinaron setenta “señores propietarios” y que su respetada memoria avergüence, sin piedad, a quienes sigan cultivando el infernal paradigma de la desigualdad.

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