sábado, 22 de septiembre de 2012

¡INDEPENDENCIA! ¡QUE VIENE EL COCO!


La gran manifestación independentista en la Diada de Cataluyna, ha puesto la carne de gallina a muchos que creen que España es la única Nación posible para catalanes, aragoneses, vascos, canarios y para  el resto de Autonomías que hoy conforman el Estado español. No deja de ser una creencia y como tal muy apoyada en argumentos emocionales y faltos de rigor histórico, social y político. España es hoy un Estado Nacional porque un colectivo socio-político fuerte, gobernado por un rey absoluto, como fueron los castellanos o los aragoneses, se anexionaron o bien por la fuerza de las armas a otros colectivos socio-políticos, culturales y territoriales más débiles (como fue el caso de Canarias: colonización bélica, política y religiosa), o bien por uniones matrimoniales dinásticas, (como fue el caso de Cataluyna por la boda, ya en el siglo XII, del catalán Conde Ramón de Berenguer con Petronila de Aragón). Los pueblos bélicamente o diplomáticamente anexionados a otro más fuerte, no tardan demasiado en experimentar el doloroso vaciamiento identitario, el abuso y la explotación del más grande y más poderoso sobre sus signos identitarios como pueblo original y distinto. En definitiva, el pueblo más débil de una anexión política, aunque en los primeros tiempos haya podido experimentar una mejoría en su calidad de vida, ordinariamente va experimentando con dolor y con rabiosa impotencia cómo el pez grande va devorando al chico en su cultura, en su modus vivendi y en todo aquello que le hacía pueblo uno, único y distinto. También los Estados se van cansando de las permanentes y cada vez más recias protestas y reivindicaciones del  anexionado más débil. Esto lo ha dicho el President de Cataluyna en la misma capital del Estado Español. Bien es cierto que el pequeño que se siente fagocitado por el grande, usa muchas veces estrategias de chantaje de todo tipo, en especial el victimismo, la venganza y, a veces, la violencia. Pero también es verdad que hay simplones, godos unos y adulones isleños otros, que a los canarios nos llaman “pedigüeños” y “victimistas” cuando protestamos contra el Estado y reivindicamos lo que nos pertenece. Digo que son simplones porque, si hicieran la lista real de lo que el Estado español nos ha ido sustrayendo, bóbilis bóbilis, a lo largo de los siglos de nuestro modus vivendi económico, comercial y cultural, entonces moderarían sus juicios y prejuicios sobre nuestro  Pueblo.

Si es cierto que todo ser humano llega a este mundo con unos niveles de dependencia inmensos, casi absolutos, también es cierto que el objetivo de la vida individual, condición sine qua non de bienestar y salud integral, es la libertad, la independencia, la autorrealización como ser uno, único e irrepetible. A facilitar a la gente la consecución de este objetivo vital nos dedicamos permanentemente los psicólogos. ¿Cómo es que hay personas doctas, cultas, peinando ya canas, que se toman a chufla, incluso por escrito, el que un millón de personas reivindique su independencia y su libertad como colectivo socio-político? ¿Es posible que un Presidente de Gobierno, por más señas gallego, bautice despectivamente la manifestación catalana en el día de la Diada como  algarabía?

No es cierto en absoluto que el justo nacionalismo sea sólo un sentimiento de esos que corren desbocados como caballos salvajes. Hay, efectivamente, nacionalistas sentimentales, desprovistos de la necesaria argumentación racional, ¿es que no hay también centralistas sólo sentimentales, caballos indómitos a los que no monta el jinete de la razón? El justo nacionalismo es un sentimiento razonado, es una emoción pensada, es una querencia operativa, es la justa reivindicación del Sí mismo colectivo. El falso nacionalismo es un sentimiento compulsivo e irracional, que puede llegar a la violencia y a las  guerras más encarnizadas, carente de cimiento auténticamente ideológico. Quizás el falso nacionalismo, sin convencimiento profundo y sin suficiente base sentimental y racional, sea  el que sufrimos los canarios con Gobiernos, llamados nacionalistas, que no han sabido reivindicar ni defender los valores culturales, económicos, comerciales que constituyen nuestra identidad; sobre todo, no han sabido cuidar el signo identitario más importante: nuestro territorio con sus montañas, sus costas, sus barrancos y su mar. Es más, han contribuido, por motivos indignos, a su destrucción. Demonizar todo nacionalismo es una enorme injusticia y una rastrera artimaña política.

Los colectivos socio-políticos nacionales que, con diversos métodos, fueron anexionados por otros colectivos socio-políticos nacionales más fuertes son llamados, con toda corrección, Nacionalidades, porque fueron Naciones independientes y podrían volver a serlo. Nacionalidades son, entre otras, Canarias y Cataluyna y ambas Nacionalidades son históricas, ¿o es que sólo Cataluyna o Euskadi tienen historia? Canarias también tuvo su lengua, hoy en trabajosa reconstrucción, porque la anexión de Canarias a la Corona de Castilla fue violenta, arrasadora de todo lo que los castellanos encontraron a su paso, usando para ello la cruz y la espada., ambas de fuego, con las que incendiaron Canarias. Burlarse o minusvalorar las querencias sentimentales y racionales de una Nacionalidad que quiere ser Nación, es como despreciar los deseos de una persona que quiere independizarse de los mayores, ser libre y única gerente de su proceso de autorrealización. Sólo las llamadas “madres patria” castradoras e irracionales se asustan ante las justas reivindicaciones de independencia de los pueblos. Esta globalización, asesina de identidades y de culturas que padece el planeta, por una parte, exacerba el odio de los grandes a los chicos rebeldes y, por otra, despierta la conciencia de identidad y de independencia de los chicos frente a los grandes.

Muchos dicen que los manifestantes catalanes por la independencia en la Diada del 11S, no son representativos de los siete millones y medio que constituyen Cataluyna. Entonces, ¿qué hacer? La auténtica democracia tiene una solución: convocar un referendum  Y si éste fuera inconstitucional, ¡¿qué porras de Constitución nos dejaron aquellos “padres” en 1978?! Tanto miedo tiene El Presidente Rajoy a un referendum como el que tiene Benedicto XVI a un Concilio; coincide  que ambos son absolutistas y uniformistas. Yo prefiero la unión federal de España, pero si llega el momento, ni me asusta la independencia ni le  cierro mis puertas.

1 comentario:

  1. Aunque absolutamente legítimas son las aspiraciones independentistas de cualquier pueblo y por lo tanto hay que respetarlas, no estoy de acuerdo con muchas cosas de las que se dicen.
    Por ejemplo: Cataluña no es España. España viene de Hispania y lo que es la actual Cataluña formaba parte de ella desde los romanos, por lo que yo los considero hispano-catalanes, para diferenciarlos de los hispano-andaluces o de los hispano-extemeños por ejemplo.

    Nosotros los canarios, también tenemos nuestra propia identidad, pero con respecto al resto de las comunidades del Estado Español, tenemos muchos mas hechos diferenciadores: no solamente nunca pertenecímos a la misma unidad geográfica-política (Hispania-Península),sino que la anexión a España se produjo no mediante casamientos entre monarcas, sino mediante una guerra genocida de conquista.

    De todas maneras me sigue sorprendiendo como es posible que se produzca una manifestación tan numerosa para pedir la independencia, y no ocurra lo mismo para protestar por el cierre por parte de Artur Mas de mas de 40 centros de salud.

    Como este señor se conviera ahora en el adalid de la libertad, pués eso apaga y vámonos. En cuestión de política económica y de recortes sociales, Convergencia y Unió son un calco del PP, ahí si que están totalmente identificados.

    Pienso que la verdadera opresión no se está dando por parte del Estado con respecto a Cataluña u otra Comunidad, la opresión real que se manifiesta cada día de manera cruel, es la que se está dando entre los poderes económicos, mediante la actuación de sus esbirros los políticos, y la inmensa mayoría de la población, que se ve obligada a sacrificarse para que una minoría viva en el lujo y la opulencia.

    Por cierto y para que vean como el que pide reconocimiento a veces niega dárselo a los demás, en su momento Convergencia y Unió estuvo en contra de que Canarias tuviera el status de nacionalidad, opinaban que eramos una región mas. No es para partirse de la risa.





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