miércoles, 3 de agosto de 2011

IL DOLCE FAR NIENTE

Ahora que estamos en pleno verano, conviene recordar que tan sacrosanto es el derecho y el deber de trabajar, como el derecho y el deber de no trabajar. En efecto, la salud y el bienestar de personas y colectivos dependen mucho del equilibrio entre estos dos derechos-deberes. Hay mucha gente que acude a la consulta del médico general o a la del psicólogo clínico acusando cansancio, apatía, desmotivación, ansiedad, irritabilidad, tensión. Cuando el profesional consultado investiga y busca las causas de ese malestar, muchas veces encuentra un gran desequilibrio entre el trabajo y el ocio, entre l’amaro far tutto e il dolce far niente. Es entonces cuando, en el ejercicio de mi profesión, le he dicho a muchas personas, “Vd. más que enfermo, está equivocado, está enfocando mal su vida y la naturaleza le está pasando la factura de este malestar”. Una equivocación que consiste en vivir para trabajar, no en trabajar para vivir. Cuando una persona hipertrabajadora me preguntaba “¿qué tengo que hacer para que se me quite esta ansiedad?”, yo le respondía: “¿Que qué tiene que hacer? Lo que tiene es que dejar de hacer lo mucho que está haciendo, compensar y equilibrar l’amaro far tutto con il dolce far niente. Desde este punto de vista, el ser humano está en este mundo con un doble objetivo: hacer y no hacer. Dos polos igualmente necesarios de una misma paradoja, que cuando se ejercen de forma equilibrada, entonces se disfruta de ambos: se disfruta haciendo y se disfruta no haciendo. Sin embargo, el sistema educativo global, muy impregnado de resabios religiosos, ha premiado y hasta santificado a los del amargo hacer todo, viendo con malos ojos y demonizando a los del dulce hacer nada. D. José Lezcano, fallecido profesor mío en los Jesuitas, me dio una vez un cogotazo y yo le dije: “D. José yo no estaba haciendo nada”, “por eso mismo te pego-me contestó- por no hacer nada”. El dulce hacer nada, muchas veces se vive con sentimiento de culpa, porque en el fondo de nuestro inconsciente resuena la consigna “no hacer nada es perder el tiempo”. Algunas personas se llevan un libro a la playa, no siempre para disfrutar leyendo bajo la sombrilla; sino para no perder el tiempo…Otras, cuando les toca coger vacaciones, buscan desesperadamente un amigo a quien ayudar a echar un techo, para no perder el tiempo, porque esa pérdida temporal les crea ansiedad y tensión. Una niña o un niño buenos son los que hacen mucho, los que aprovechan el tiempo, los hacendosos. Muchas veces, oímos en el tanatorio frases como ésta: “Fue un gran trabajador, no vivía para otra cosa, de casa al trabajo y del trabajo a casa, nunca estaba quieto”. Sin embargo, el ideal sería decir de alguien que fue un gran vividor, que trabajó con la misma intensidad con que se divirtió, que practicó sin culpa il dolce far niente y sin agobio l’amaro far tutto. La sociedad occidental que, de una manera o de otra, surge de la lectura e interpretación de la Biblia judía, es una sociedad hiperlaboralizada, hecha a imagen y semejanza de un Dios que trabajó seis días y descansó sólo uno… y que, además, nos condenó al amargo hacer todo. Nada nos dijo del dulce hacer nada. A partir de aquel castigo, la Tierra dejó de ser un parque natural y nosotros dejamos de jugar. Sin embargo, el verano es un campanazo para recordarnos que hemos venido a la Tierra para hacer y para no hacer, para trabajar y para festejar, en definitiva, para actuar y para contemplar, ¡ambas cosas! ¡Qué bien nos vendría ser más contemplativos, es decir, hacer menos y dejar de hacer más! Por ejemplo, la crisis que nos acogota es el resultado del satánico hacer de un grupo de sinvergüenzas, que desde hace siglos no paran de hacer y de hacer, robando para ellos, como termitas, el dinero de todos. ¡Ojalá que esos perversos se dedicaran más al dolce far niente que al amaro far tutto! Harían menos daño no haciendo que haciendo. ¡Váyanse, pues, de vacaciones, políticos y banqueros corruptos y súbanse al carajo la vela! ¡Bajen en septiembre, pero, por favor,  haciendo mejor y dejando de hacer lo que hicieron peor! ¡Feliz verano!

1 comentario:

  1. ¡Qué descanso... Qué remanso tus palabras, hamaca para el cuerpo y el alma...!
    Tendernos en tu sabiduría, en nuestra conciencia a veces hecha jirones. Reposo restaurador, macerador, creador de energía, de vigor ansioso por descorcharse, por festejar, por deleitarse en el paladar del hacer o del no hacer...
    Hilvanar VIDA... Sentido, Paz, Conciencias... tamices lo más fuertes posible. Bordar lazos pacientemente entretejidos. Acompasarnos en el compás del artesano que todos llevamos dentro.
    Gracias

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