lunes, 15 de marzo de 2010

VATICANO: ARROGANTE COBARDÍA

Siento mucho tener que acusar al papa católico, de arrogancia y de cobardía. Lo siento porque sé que hay millones de mujeres y hombres de todas las naciones que lo veneran como persona sagrada e intocable. Me duele que haya gente que se duela al leer estas líneas, por ello lo siento. Pero, sinceramente, más siento las ya milenarias traiciones que seguimos haciendo a Jesús de Nazareth.


En estos días, ha vuelto a surgir la denuncia y el debate sobre las prácticas pedofílicas de sacerdotes católicos. Cuando, para intentar entender esos tremendos sucesos, me sitúo desde la vida y la enseñanza de Jesús de Nazareth, creo que estoy soñando una monstruosa pesadilla. ¡Desde la memoria de la persona y del mensaje de Jesús, el hijo de José, este sainete pedófilo de los curas católicos es desconcertante, intensamente confusional e increíble! El asombro, la indignación y la vergüenza son tan inmensos que se me antoja que estoy viendo una película de terror y de ciencia ficción. ¡Qué asombro, que indignación y qué vergüenza que un cura desahogue su sexualidad reprimida con una niña o con un niño! ¿Por qué no se busca una mujer o un hombre adultos, capaces de decidir en libertad?

La pregunta podría tener, por lo menos dos respuestas, ambas complementarias una de otra: La primera sería, porque ese cura es tan inmaduro y tan reprimido sexualmente que la elección de un adulto, como partner sexual, le produciría mucho miedo y no toleraría la relación de igual a igual. La segunda respuesta, que complementaría a la primera, sería porque el celibato, que se le ha impuesto para poder ejercer su profesión sacerdotal, ha originado en él una fuerte represión sexual, acompañada por los perversos desórdenes que ésta puede acarrear, entre los que está la pedofilia, tanto homosexual como heterosexual. Evidentemente el celibato no cursa, en este caso, con una sublimación sana de la sexualidad.

El Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el arzobispo católico de Friburgo, Robert Zollitsch, ha visitado al papa romano para comunicarle el endurecimiento de las penas canónicas contra los clérigos o religiosos pedófilos alemanes, además de garantizar su colaboración con la justicia civil en la persecución de la pedofilia clerical. También hemos sabido que la iglesia católica en Múnich, cuando su obispo era Joseph Ratzinger (1978-1981), castigó a un cura pedófilo, que abusó de un menor de once años, simplemente trasladándolo, traslado firmado por el actual papa romano. Es verdad que la iglesia católica ha pedido perdón por todo esto y que ha prometido cambiar su actitud. Me alegro por ello.

Pero mi acusación continúa, porque el tema es mucho más profundo. El teólogo disidente católico Hans Küng se ha pronunciado, en estos días, en el sentido de señalar que la romana y católica ley del celibato tiene algo que ver con esa pedofilia masiva del clero católico romano. Yo, que soy igualmente teólogo, también lo creo. Probablemente, si los sacerdotes católicos romanos pudieran elegir entre emparejarse o ser célibes, el conflicto interno entre ser honrados siendo célibes o ser deshonrados buscando desahogos sexuales, bajaría de intensidad. Coincido con el Prof. Küng en que la ley católica y romana del celibato, no surge del evangelio ni, por tanto, es cristiana. ¡Hay que abolir la ley del celibato por respeto y fidelidad a Jesús de Nazareth! Pero mi acusación es aún más honda, porque la ley del celibato existe porque existen otras leyes católicas, absolutamente contrarias a la vida y a la enseñanza de Jesús de Nazareth, leyes fabricadas arbitrariamente por un papado que traicionó al Maestro Nazareno, desde el mismo momento de su constitución. Jesús nunca quiso fundar una religión porque consideró que todas eran una hojarasca de deberes y obligaciones inútiles. Jesús señaló un camino de transformación de los individuos y de la sociedad, basado en la absoluta igualdad de todos. El papado, todos y cada uno de los 265 papas, incluidos los hechos santos, han contribuido en convertir este camino sencillo y revolucionario señalado por Jesús, en una pesada, asifixiante y jerárquica religión, al estilo de las viejas religiones y de los reinos e imperios de este mundo. Esta fue y sigue siendo la gran traición del papado a Jesús de Nazareth. Hoy no hay nadie que se parezca menos a Jesús de Nazareth que el Monarca, Jefe de Estado y Obispo de Roma, Benedicto XVI.

Para explicar mi denuncia al papado romano y católico, me fijo en la fotografía publicada por EL PAÍS, el sábado 13 de marzo, de la entrevista del cardenal Robert Zollitsch y el papa católico y romano, en el despacho de este último. Observo al papa romano sentado en un millonario sillón imperial, con una túnica, fajín y media capa blancas, de carísimo raso, con un súper anillo de oro macizo y piedras preciosas, llamado el anillo del pescador (¡vamos! como el que lleva cualquier pescador de El Puertillo…) y una cruz pectoral del mismo precioso metal y brillantes, con zapatos rojos de carísima marca, apoyados en una indescriptible e imponderable alfombra persa. El mobiliario de su despacho no es valorable, porque no tiene precio. Sobre la mesa, un crucifijo, un reloj de mesa, una lámpara y un portaplumas de oro macizo. La fotografía no capta la totalidad del palacio en el que vive el papa católico romano, seguramente el palacio más rico y más suntuoso del mundo. “Mi reino no es de este mundo”, dijo Jesús de Nazareth, pero a los papas católicos romanos siempre les pareció rara y misteriosa esa afirmación de Jesús y creyeron más lógico auto nominarse monarcas absolutos, jefes de Estado y otros muchos títulos más… En fin, quien se ha atrevido a cambiar el mensaje socio espiritual de Jesús de Nazareth por un mensaje materialista, elitista, pseudo espiritualista, con ropaje teológico y litúrgico, es también capaz de todo lo demás, incluida la represión sexual y, por tanto, la pedofilia. La gran traición no es la absurda y anticristiana ley del celibato y su posible influjo en la masiva pedofilia clerical. La gran traición es anterior y mucho, muchísimo más profunda. El papado católico romano está atrapado entre la arrogancia y la cobardía. Arrogante porque sigue creyéndose vicario de Jesús de Nazareth, a pesar de haberle traicionado en profundidad, casi desde el principio. Cobarde, porque no se atreve a convertirse, a pedir perdón, a hacer penitencia, a reconocer su pecado y a cambiar de raiz. De todas formas, no es que no se atreva, es que, desgraciadamente, aún no ha tomado conciencia de su terrible pecado, lo cual es aún más grave.

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