lunes, 7 de diciembre de 2009

LA NAVIDAD RECHAZADA


Por Jaime LLINARES  LLABRÉS

 Cada vez oímos con más frecuencia expresiones de rechazo a la Navidad, son muchos los que desearían que no llegara nunca la Navidad, otros, nada más empezar la Navidad están deseando que termine. Mucha gente se siente incómoda por la explosión de hipocresía que, según ellos, sucede en estos días, se lamentan de fingidas uniones familiares, de insoportables comidas navideñas de empresas, donde los que se odian y se zancadillean durante el año se sientan juntos a comer y a beber.
Es también cada vez más numerosa la población que se queja del consumismo despiadado que, en la Navidad, aprieta las gargantas de todos en beneficio de los grandes empresarios, muchos protestan porque en Navidad el amor se cuantifica y es precisamente en estas fechas, dicen, en las que aparece claro como el agua aquello de  “tanto tienes, tanto vales”. A mí, a quien siempre ha encantado y sigue encantando la Navidad, me parece que los que la rechazan tan de plano tienen motivos más que suficientes para ello.
El día 25 de diciembre ya era fiesta para la cristiandad en el año 345. El monje Dionisio el Pequeño calculó, en el siglo VI, que Jesús nació en el 753 apoyándose en los datos del evangelio de Lucas, aunque ulteriores investigaciones históricas sugieren que Jesús nació de seis a ocho años antes. Independientemente de si esa es o no la fecha exacta del nacimiento de Jesús, lo cierto es que Occidente celebra la Natividad (Navidad en abreviatura) de Jesús de Nazareth  desde el siglo IV, incluso antes. ¿Cuál era el sentido de la Navidad en sus orígenes y en qué ha variado la Navidad hoy?  Hay una primera y contundente respuesta: La Navidad de Jesús de Nazareth ha sido sustituida por la Navidad de Papá Noel y ambas tienen muy poco que ver entre sí. Algo parecido a lo que en Canarias ha ocurrido con la celebración de los Finados, que muchos canarios han sustituido por la Fiesta de Hallowe’en.
Quien mejor entendió, vivió y transmitió el sentido auténtico de la Navidad de Jesús fue aquel revolucionario cristiano del siglo XII-XIII de nombre Juan Bernardone, llamado luego  Francisco de Asís. Cuando él intervino en el significado verdadero de la Navidad cristiana, aún no había llegado Papá Noel, pero la Navidad de Jesús se había degenerado ya en grado igual o peor que ahora, lógicamente la tremenda degeneración de la Navidad original, corrió paralela a la no menos tremenda degeneración del cristianismo, que había dejado de ser tal para convertirse en catolicismo. Francisco, “el pobrecillo de Asís”, fue el inventor del actual nacimiento viviente, una especie de auto sacramental con el que intentaba pedagógicamente hacerse comprender por el pueblo, porque una imagen vale más que mil palabras.
La Navidad de Jesús es una época del año en la que, coincidiendo con el mensaje de igualdad y solidaridad basado en el amor que trae ese niño nacido en un establo, el pueblo es invitado a una redistribución de los bienes en aras de la justicia social y, por tanto, de la igualdad de todos como hermanos. Francisco decía a los que tenían que dieran a los que no tenían, al igual que tanto los magos de Oriente como los pastores dieron al niño y a sus padres. Ni los magos dieron nada al rey Herodes porque éste ya tenía de todo, ni los pastores dieron a otros pastores porque también ellos tenían lo necesario.
En la Navidad de Jesús se toma conciencia de su mensaje revolucionario y todo el que tiene da al que no tiene. ¡Qué absurdo y qué incoherencia que se aproveche la Navidad precisamente para dar más a los que más tienen!. En la Navidad de Papá Noel los que tienen se regalan curiosamente entre sí, incluso los magos de Oriente, que nosotros elevamos incorrectamente al rango de reyes, se han contagiado y regalan más a las personas más ricas. Los pobres, como el niño de Belén, reciben sólo la caridad gracias a Caritas, a la Casa de Galicia y a gente que no ha perdido aún la conciencia navideña original, que es conciencia de solidaridad humana, de socialización del haber. Pero no vayamos a creer que el sentido auténtico de la Navidad de Jesús es hacer regalitos a los pobres, que son turrón para la noche buena y falta de pan para todas las demás noches. Francisco de Asís lo que proponía era que los cristianos realizaran una  redistribución de los bienes una vez al año para ser coherentes con el mensaje y el camino enseñado por su maestro Jesús. ¡Nada de un regalito!, sino que el que tenía  diera al que no tenía y quien tuviera cuatro túnicas que regalara dos. La cuestión no era ir a la tienda a comprar regalos; sino redistribuir con equilibrio solidario lo que la injusticia y el espontáneo egoísmo habían desequilibrado. Ya sé que ese empresario, católico de misas y funerales, pero que mucho rumia y poco piensa, gritará: “¡los gandules a trabajar!”, es el vómito culpable de los injustos. Los llamados “padres” de los primeros siglos del cristianismo vieron esto con claridad meridiana, tan meridiana que para nuestro ínclito empresario puede que sea hasta insultante. Fíjense lo que escribió el griego San Juan Crisóstomo: “Dime, ¿de dónde te viene a ti ser rico?... De mi abuelo, dirás, de mi padre. ¿Y podrás, subiendo el árbol genealógico, demostrar la justicia de aquella posesión?. Seguro que no, sino que necesariamente su principio y su raíz han salido de la injusticia… No digas: gasto de lo mío, disfruto de lo mío, porque lo que te sobra no es tuyo; sino ajeno”  San Jerónimo escribió: “todas las riquezas descienden de la injusticia y, sin que alguien haya perdido, nadie puede ganar… El rico o es injusto o es heredero de un injusto”. San Basilio escribió: “Del hambriento es el pan que guardas; del desnudo el abrigo que te sobra en tu ropero; del descalzo el calzado que se pudre en tu poder; del necesitado es el dinero que tienes enterrado”. San Ambrosio escribió: “No le regalas al pobre una parte de lo tuyo; sino que le devuelves lo que es suyo”. Esto exactamente era lo que se cansó de repetir, pero también de vivir en la Navidad aquel cristiano umbro que fue Francisco de Asís.
¿Han oído Vds. alguna vez a un sacerdote decir estas cosas, y a un obispo, y a un papa? Claro que no lo han oído porque el catolicismo va en la línea conservadora y capitalista de Papá Noel, mientras que el cristianismo va en la línea revolucionaria y solidaria de Jesús. Por lo que vemos, incluso la jerarquía católica vive la Navidad de Papá Noel, la Navidad de Jesús la ignora. Es probable que la gente que rechaza la Navidad esté rechazando precisamente la Navidad de Papá Noel, la del árbol lleno de regalos con destino endogámico, la del espaldarazo a la injusticia y a la hipocresía disfrazadas de dulzura, la dulce Navidad de los que tienen de todo y se regalan entre ellos sin tino. Reconozco que me indigna ver un árbol de Navidad en despachos como el de Obama; aunque más me indigna ver un nacimiento en el Vaticano.
Quizás si esta gente, a quien la Navidad de Papá Noel agobia, se asomase a la Navidad de Jesús, hiciera nuestro tradicional nacimiento y meditara, delante de él y honradamente, sobre su mensaje de solidaridad y de justicia social, pudiera ser que encontrase, no sólo el sentido de la Navidad; sino, lo que es más necesario, el sentido de su vida. ¿Tan difícil es que ese empresario y yo  echemos mano de nuestro buen fondo y saquemos a dos paisanos, él uno y yo otro, para siempre y sin paternalismo de la pobreza? Entonces podría ser incluso bonito que nos regaláramos también nosotros mutuamente un detalle, porque un poco de Papá Noel también es bueno, “ma non troppo”. ¿Puede decirse que esto es de verdad una imposible utopía? ¿O no? ¡Ánimo y feliz Navidad!.

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