En efecto, la vida está llena de bipolaridades paradójicas, incluso la vida misma es una paradoja, es una bipolaridad: es vida y es muerte, polos en interrelación tensamente dialéctica. Por eso, celebro que Manuel Fraijó diga que “el cristianismo es vivencia y testimonio, pero también reflexión y argumentación”. Expresión preñada de equilibrio. Más adelante, el Dr. Fraijó dice que “Ninguna evangelización, ni antigua ni nueva, puede limitarse a exigir la fe; deberá, más bien, hacerla posible y plausible. Faena que pasa necesariamente por los despachos de los teólogos”. Sé que se trata de una respuesta a la “nueva evangelización” del Sr. Rouco Varela, anunciada por su melifluo paje, Sr. Martínez Camino. Pero, es aquí donde quisiera plantear algunos matices y, en todo caso, mi personal opinión sobre la relación entre cristianismo y teología.
Anticipo que la llamada iglesia católica con su clara división entre jerarquía y pueblo (clero y laicado), con un episcopado monárquico y un papa romano, soberano absoluto, summus pontifex, jefe de Estado y auto nominado Vicario de Cristo e infalible, no tiene nada que ver, en mi opinión, con la comunidad cristiana. Es más, considero que la llamada iglesia católica, en lo que a su estructura jerárquica, política, jurídica, económica y social se refiere, constituye una traición insostenible a la venerable persona y al mensaje del Maestro Jesús de Nazareth. Ignacio de Antioquia, cuando en su carta a los cristianos de Esmirna, pronunció por vez primera la expresión iglesia católica, nada tenía que ver con esta iglesia católica, la del papado monárquico absoluto, o quizás, algo sí, porque las veleidades monárquicas ya empezaban a querer emerger e Ignacio pasa por ser el primer organizador de la estructura jerárquica de la iglesia católica, él fue quien materializó la división de clases en la comunidad cristiana entre el “clero” y los “laicos”.
Pero hablando del cristianismo y de su relación con la teología, he de decir que la llamada reflexión teológica, sobre todo desde el siglo V con Agustín de Hipona, ha sido usada, o mejor gravemente ab-usada, para demostrar, como si de una ciencia material se tratara, lo absolutamente indemostrable e, incluso, innominable. Con la teología se ha pretendido demostrar hasta lo que, a todas luces, es contrario al enfoque vital y al mensaje socio-espiritual de Jesús de Nazareth. El gran psiquiatra y analista suizo, el más espiritual y místico de los psicólogos clínicos, Carl G. Jung, dijo lo siguiente en su libro RECUERDOS, SUEÑOS, PENSAMIENTOS: “Sólo en el Maestro Eckhart sentí el soplo de la vida sin llegar a comprenderlo. La Escolástica cristiana me dejó frío y el intelectualismo de Santo Tomás me pareció más muerto que un desierto. Pensaba: todos ellos quieren llegar, mediante construcciones lógicas, a aquello que no han percibido y de lo que en realidad no saben nada. Quieren probarse a sí mismos una fe, ¡donde simplemente se trata de experiencia! Se me antojaban como gente que sabía de oídas que existían elefantes; pero no habían visto ninguno. Intentaban demostrar con argumentos que, por razones lógicas, tienen que existir tales animales…” Unas páginas más adelante, Jung narra el conflicto permanente con su padre, pastor y teólogo y concluye lacónicamente: “La teología nos alejó uno de otro”.
Quiero exponer sólo algunos ejemplos del abuso de la reflexión teológica.
Se usó la reflexión teológica aplicada no a Dios, que es el único objetivo de la teología, sino al hombre Jesús de Nazareth y entre el emperador Constantino y una facción de obispos, declararon (¡tremenda osadía!) que Jesús era Dios Hijo, “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre”. Tanto Constantino como sus obispos consiguieron alzarse como representantes nada menos que de Dios; el hombre Jesús, con su vida, con su testimonio y con su muerte, les pareció poco. Nunca Jesús deliró con ser Dios, ni sus primeros seguidores, que aún no se habían embriagado con el incienso y el oro del poder, lo consideraron Dios. Pero la teología cree haber probado, en contra de Jesús, que el Maestro de Nazareth es Dios y así tuvieron que entrar los obsesivos teólogos en el berenjenal acrobático de seguir ab-usando de la teología creando un tratado para conjuntar el Dios Uno con el Dios Trino. Y hay que reconocer que la reflexión teológica ha sido tan ardua, tan estresante por lo laberíntica e imposible, que el mensaje socio espiritual del venerable Maestro de Nazareth pasó, para los jerarcas católicos (no para los cristianos) a un segundo o tercer plano, siendo sustituido por el ritualismo, por la pompa cortesana, por la imposición catequética de presuntos postulados “teológicos”, por el rezo obsesivo para obtener la vida eterna. La declaración de Jesús como Dios Hijo (no bastó que fuera hijo de Dios, como todos) por medio de inasumibles argumentos teológicos, hirió gravemente la figura del Maestro Jesús y su mensaje socio espiritual; esa abusiva conclusión pseudo teológica ha hecho que Jesús de Nazareth se haya vuelto inaceptable para mucha gente. No había necesidad, ni bíblica ni teológica, de cometer ese tamaño dislate; sólo hubo necesidad interesada y narcisista de crear y poseer a Dios como indiscutible aval del cristianismo, ya a las puertas de convertirse en religión del Estado y, por decreto imperial, en la única religión verdadera. La iglesia católica se adueñó de Dios, del único Dios verdadero, declarando falsas a todas las demás religiones. Después fue fácil, recurriendo a imposibles piruetas teológicas, declarar, en el colmo de la arrogancia, que extra ecclesiam nulla salus.
Se ha ab-usado también de la reflexión teológica para fundamentar la supremacía de Roma sobre el resto de las comunidades cristianas y, por tanto, para demostrar la suprema autoridad del papa romano como presunta consecuencia de las fuentes evangélicas. Se ha creído demostrar algo profundamente contrario al pensamiento y al claro mensaje de Jesús de Nazareth. La iglesia católica desde muy pronto, pero más claramente desde el papa León I (siglo V), el Magno, descansa sobre una gran mentira y una gran traición a su Maestro, de quien el papa, atrapado en máxima contradicción, se siente Vicario a partir de Inocencio III (siglo XII-XIII). Es flagrantemente contrario a lo cristiano ab-usar de la teología para fundamentar la figura del papa romano con su autoridad suprema e inapelable, con su monarquía absoluta, con su jefatura de estado, con su santidad e infalibilidad de summus pontifex y, de manera muy particular y contando con todo lo anterior, con su carácter de Vicario de Cristo. ¡Qué monstruo, digno de los más engreídos reinos de este mundo, engendró la abusiva reflexión bíblica y teológica hasta parir la gran traición del papado! ¡Hay que ver la aberración, con presunta base bíblica y teológica, surgida del Tu es Petrus! La comunidad cristiana original se convirtió, gracias al abuso teológico, en el más poderoso, pomposo y opulento reino de este mundo, conducido por un soberano absoluto, rodeado de príncipes electores, curia cortesana y guardia personal y,antes, ejército. ¡Todo esto tiene su presunta fundamentación teológica…! En realidad, en la iglesia católica, salvo las obligadas y honrosas excepciones, la teología oficial no ha estado al servicio de Dios; sino al servicio de intereses creados, contrarios a la misión de Jesús.
También se ab-usa de la reflexión teológica en la creación, mejor fabricación, de dogmas. ¡Cuántos vericuetos intransitables, cuántos enredos intelectuales, cuántas falacias en nombre de la teología, eso sí, elocuentemente presentadas y con la exigencia al pueblo cristiano de responder con la fe que, en este caso, es obediencia ciega! Se recurre a la justificación de que la reflexión teológica, a través de los tiempos, ha ido llevando a la iglesia católica al descubrimiento de los dogmas. Me refiero, de forma especial, a los llamados dogmas marianos .En mi opinión, se ab-usa de la teología dogmatizando cuestiones absurdas y, sobre todo, totalmente innecesarias si nos centramos en el mensaje socio-espiritual de Jesús, como los recientes dogmas de la inmaculada concepción de María, de Pío IX (1854), por el capricho obsesivo del cardenal Lambruschini, y su asunción en cuerpo y alma al cielo de Pío XII (1950).Quiero recordar parte de las palabras del papa Pacelli en la Constitución Munificentissimus Deus, dignas de una imparcial exégesis a la luz de la vida y del mensaje de Jesús: “Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la verdad…, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo…, y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la inmaculada Madre de Dios…, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”. Antes, ya desde los primeros siglos del cristianismo, se dogmatizó que María era madre de Dios, dado que Jesús había sido declarado Dios; también se dogmatizó que María fue siempre virgen, antes, en y después del parto. El ab-uso de la teología, aplicada al mensaje de Jesús, no sólo ha oscurecido la auténtica intención y misión del Maestro; sino que las ha contaminado grave e innecesariamente, haciendo que muchos miembros de la iglesia católica vivan una fe teñida de absurdo, de incomprensión, fruto no del amor liberador; sino de la obediencia esclavizante. Otros simplemente se han alejado de la iglesia católica y, lo que es peor y pésimo, del mismo Dios presentado y, sobre todo, vivido por los jerarcas católicos de manera tan escandalosa y contradictoria.
Sigo pensando, querido profesor y estimado amigo Manuel Fraijó, que la teología es necesaria con su reflexión y su intento de conocer. Pero si el objeto de la teología es Dios, no hay que olvidar que Dios es el inaferrable, el no visto jamás, el innominable, el siempre misterioso, el incognoscible. Durante mi formación teológica, caí en la cuenta que una gran parte del patrimonio teológico católico, fue adquirido y es mantenido por la angustia que nos produce un Dios que no sale del misterio y que no se deja nominar. Claro que la reflexión humilde y no arrogante sobre Dios ayuda a hacer la experiencia de Dios. Pero sólo el Dios experimentado, vivido y sentido es el Dios que convierte a un ser humano en colaborador eficaz suyo. Todos sabemos que hay teólogos ateos y, lo que es peor, injustos y corruptos. Según Carl G. Jung, su padre vivió vacío y murió vacío por exceso de teología. Una persona dedicada a la reflexión teológica debe asumir, de forma consciente, que el objeto de su estudio es y será siempre un misterio y sobre un misterio muy poco se puede decir, sí se le puede experimentar, sí se le puede contemplar y cuando quiera contar mi experiencia y mi contemplación volveré a encontrarme con la inefabilidad del misterio, hablaré de Dios con humildad, sin dogmatizar y como a través de un espejo, nunca cara a cara. La teología oficial católica ha sido muy osada, muy arrogante y parece que no hay forma que deje de serlo. El actual papa, definido como gran teólogo, ya se encarga de primar la elucubración teológica sobre la experiencia y la contemplación revolucionarias de Dios.
Si una buena parte de la energía invertida en una reflexión teológica absurda e innecesaria, la empleáramos en reflexionar y experimentar la persona y el mensaje de Jesús de Nazareth, seguramente tomaríamos conciencia de su plan salvador y tomar conciencia es mucho más que saber. Sólo la toma de conciencia provoca conversión y revolución. La teología, esta teología católica no ha servido para convertir al origen del cristianismo a ningún papa, todos siguen feliciter regnans y teologizando; pero desde el solio pontificio y desde la más burda incoherencia con Jesús de Nazareth.
Al final de este escrito quiero expresar mi admiración y mi respeto a todos los teólogos y teólogas que se mantienen como librepensadores y que usan la reflexión teológica con humilde parquedad y conciencia mistérica. Sobre todo, manifiesto mi aplauso a los que se dedican a tomar conciencia del mensaje socioespiritual de Jesús de Nazareth, basado en la igualdad esencial de los hijos de Dios y, por tanto, en el AMOR que “o se da entre iguales, o hace iguales”.
Termino, querido Manolo, haciendo mía tu última frase: “Jesús de Nazareth se merecía algo mejor”.
Un fuerte abrazo y queda con Dios.
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lo que me asombra realmente es la insistencia a hablar de dios, o la iglesia, o el clero, y la ausencia en refererirse al hombre. ¿puede un teólogo, un seguidor de jesús de nazareth obviar al ser humano?, ¿la vida de jesús no se centró en realizar discursos eruditos, o reflexiones teóricas, sino en amar y servir a las personas concretos, con un amor auténtico y verdadero, sin más propósito. ¿como ser iguales, si aun hay quien cree que su discurso teórico y su saber lo situan en la verdad?
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