viernes, 23 de julio de 2010

NACIÓN Y NACIONALIDAD

Durante los más de cuarenta años en que he ejercido como psicólogo clínico, he visto a miles de personas sufriendo por tener miedo de ser autónomos, a pesar de que la autonomía es el estado naturalmente maduro de todo ser humano adulto. ¿Cómo es posible tener miedo de ser nosotros mismos, de ser autónomos?, y, sin embargo, es un miedo que hunde sus raíces en lo más profundo del yo inconsciente, aunque, en la superficie, sus síntomas y signos suelen presentarse disimulados. Hay que advertir que ser autónomos o independientes, individualmente, no significa aislarse. Todas las personas autónomas e independientes viven necesariamente asociadas con las demás, formando colectivos familiares, vecinales, laborales, deportivos, culturales, étnicos, religiosos etc. Quiero decir, que el ser humano, destinado como está naturalmente a la autonomía individual, también y, al mismo tiempo, lo está para la relación social. Pero, el miedo a que la individualidad quede disuelta o encorsetada en la relación, tanto de pareja como de grupo, late siempre en las profundidades del yo inconsciente. Es el conocido miedo a la disolución del yo.


Lo que ocurre a nivel de la individualidad, ocurre también en el nivel de lo grupal. Los colectivos que se auto forman a partir de una única y misma realidad territorial (de nacimiento y/o de vida), cultural, verbal, jurídica y política, se sienten poseedores de una misma personalidad colectiva que define al grupo como distinto y autónomo de los otros grupos parecidos. También estos grupos, como los individuos, necesitan su autonomía y su independencia de los otros grupos, aunque también necesiten establecer alianzas, asociaciones y vínculos extra y supragrupales, por imperativo natural. Pero también estos colectivos, al igual que los individuos, temen muy mucho perder la propia personalidad e idiosincrasia al establecer alianzas y asociaciones, sean voluntarias como impuestas, con otros colectivos. Hasta aquí, hemos recordado conclusiones, pacíficamente científicas, de la psicología y de la sociología.

Estos colectivos territoriales, culturales, verbales (con lengua o con habla), distintos entre sí, en España se llaman Comunidades Autónomas. ¿Sabían los “padres” de la Constitución del 78 que auto-nomos en griego es lo mismo que in-dependens en latín? Es más, la independencia es la lógica consecuencia de la autonomía. Auto-nomos es quien establece sus propias leyes, quien es su propio legislador. Y quien se hace sus propias leyes, es decir, quien tiene independencia jurídica, es un colectivo políticamente independiente, es decir, una NACIÓN.

Es evidente, según lo dicho, que actualmente, hoy por hoy, por el momento, ni Cataluyna ni Canarias son NACIONES, porque realmente no son colectivos territoriales, culturales, verbales… autónomos, es decir, independientes jurídicamente, porque dependen jurídicamente y, por tanto, políticamente de un colectivo superior, que es independiente jurídicamente de otros colectivos parecidos y que se llama España, la Nación española. Es claro que las Comunidades Autónomas españolas legislan en sus Parlamentos; pero hay un Parlamento, por encima, que es el máximo legislador.

Cataluyna y Canarias fueron NACIONES, verdaderas Comunidades Autónomas e Independientes, hasta ser sometidas por la fuerza de las armas. Hoy, ni los catalanes ni los canarios somos NACIÓN; pero lo fuimos y podemos volver a serlo. Y a esa Comunidad Autónoma, que fue y puede volver a ser NACIÓN, propongo que se le llame NACIONALIDAD. La NACIONALIDAD es como la PERSONALIDAD profunda, inconsciente y en esperanzado letargo de una NACIÓN. Reivindicar y exigir la independencia jurídica para recuperar el estado de NACIÓN es y debe ser tan normal como el que una persona individual reivindique y exija su autonomía y su libertad. Es claro que individuos y comunidades, ambos, se someten a normas y vínculos asociativos con otros individuos y con otras comunidades, quiero decir que no se hacen asociales ni sociópatas. La Comunidad Autónoma puede, si quiere, decidir depender, jurídica y políticamente, de otra Comunidad de Comunidades que es la Nación Española y ser, por tanto, NACIONALIDAD. Pero también puede reivindicar y exigir políticamente su independencia jurídica como NACIÓN. Yo no veo posible ni útil, hoy por hoy, la independencia jurídica de Canarias, como NACIÓN, quizás más adelante sí. Pero nunca admitiré que Canarias deje de ser NACIONALIDAD, es decir, Comunidad que fue NACIÓN y que puede volver a serlo. Ningún canario, a no ser que goce con el masoquista y perverso placer de la conquista sangrienta o entienda mal la realidad del mestizaje, debe renunciar a que Canarias sea nombrada constitucionalmente como NACIONALIDAD. ¡ Canarias fue una NACIÓN, que vivía su paz social y política, y que fue conquistada y humillada por la fuerza de los trabucos castellanos ¡ ¿O no?

Según las leyes de la democracia, no sabemos si la mayoría del actual pueblo canario o catalán o vasco o valenciano quiere ser NACIÓN o NACIONALIDAD. Yo siempre he sentido la necesidad de saberlo, por eso no sólo no me da miedo; sino que deseo y quiero preguntárselo a todos, deseo y quiero un referéndum. Me han dicho que el Gobierno Nacionalista Canario quiere renunciar al término NACIONALIDAD, ¿es eso así, Presidente Rivero?

1 comentario:

  1. Me parece, Jaime, muy interesante tu comentario. Y ello, en diversas parcelas. Cuando aludes a los colectivos, me ha rozado un aire de la unicidad de Teilhard, o, a su manera también, de Michel Serres. El miedo a la disolución del yo, me recordó a Unamuno y a mí mismo, aunque no me lo planteara en este nivel, sino en un posible más allá en que podría disolverme en el gran Uno. Esto en cuanto a los planteamientos. Luego, me pregunto si siempre la etimología nos da la clave para entender un problema; el sentido de las palabras cambia con el tiempo y, si bien puede ser útil para establecer una teoría, quizás, no lo sé, no por ello ha de ser válido para sacar conclusiones válidas para la vida práctica. Por último, me pregunto cuándo Canarias ha sido una nación; ¿serían, más bien, siete naciones o algunos menceyatos y guanartematos más? Eso fue lo que conquistaron los trabucos castellanos: pequeños reinos, no una nación, salvo que yo esté errado, que puedo estarlo y mucho. En todo caso, muy interesante tu planteamiento. Un abrazo

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